Una aventura emocionante sobre las turbulentas aguas del río Atuel. El famoso rafting del valle Grande cautiva con su bello paisaje.
San Rafael tiene una invitación especial para la práctica del turismo aventura: el rafting en el río Atuel. Este descenso en “aguas blancas” a bordo de botes inflables atrae a miles de entusiastas de todas las edades que desean vivir la experiencia siendo protagonistas y a la vez formando parte del paisaje.
Para realizarlo, es necesario dirigirse a la zona del valle Grande, ubicado a unos 40 km aproximadamente del corazón de la ciudad. A medida que se transita por el zigzagueante camino, comienza a oírse el arrullo del río que invita a la aventura.
Cerca de la zona de acción, es posible observar cómo se deslizan las balsas de las distintas empresas que operan en el sector. Aquí viene el momento crucial de decisión, porque hay que elegir con qué empresa se realizará el descenso. Una vez elegido el guía con quien se compartirá la experiencia, los participantes son provistos con todos los elementos de seguridad para disfrutar a pleno el descenso. Salvavidas, cascos y chaqueta seca son algunos de los elementos entregados por los especialistas.
El río Atuel se puede navegar durante todo el año. Desde abril hasta septiembre, su caudal es descendiente, mientras que de noviembre a marzo goza de su máximo esplendor. El Atuel presenta un nivel de dificultad II a III (en una escala de I a VI, siendo I el más fácil y VI de carácter innavegable). Estas condiciones hacen que el rafting que se desarrolla en el sector sea apto para todo público.
Dada la característica geológica del curso del río, los recorridos pueden variar en distancias y en tiempo: el más corto es de 6 km, el intermedio de 10 km. y el largo de 16 km., por lo que los tiempos varían entre 1 y 2 horas.
Una vez que está todo dispuesto, se escucha la charla de seguridad, y luego de unos instantes se está listo para sentir la adrenalina fluir por el cuerpo. Los participantes se disponen de a ocho en cada gomón.
Rápidamente comienza la aventura. El caudaloso río de aguas turquesas presenta vaivenes y sonidos peculiares que envuelven los oídos. Para ese entonces, todo se traduce en fascinación. Mientras tanto, las balsas son acompañadas por kayaks de seguridad y por un equipo de apoyo externo.
Los pintorescos gomones atraviesan por el medio de formaciones rocosas de diferentes gamas de colores y formas. Los participantes ya forman parte del paisaje. El agua los moja, se ríen, gritan y se olvidan del tiempo. “¡Fuerza!” grita el guía, cuando hay que atravesar los rápidos de mayor envergadura.
Los experimentados guías conocen el torrente como si fuera la palma de su mano. Obligan a remar sobre los rápidos más profundos para que la balsa no se desestabilice. Lo bueno es que inmediatamente después de un rápido llega un remanso que permite reponer las energías y comentar la experiencia vivida sobre el rápido que se acaba de cruzar.
Pronto se comprende que el rafting es un deporte de equipo. Todos deben remar, orientar su peso y coordinar los movimientos sobre los rápidos y lograr mantener la balsa a flote. Una vez que se entiende eso, el disfrute y las ganas de que la aventura no termine vienen solos.
Y así, al sur de la provincia de Mendoza, sobre los rápidos del río Atuel se logra vivir un momento inolvidable con amigos o en familia. Los grandes se sienten chicos, y los chicos… se sienten grandes.