Visitamos el complejo de la aerosilla para encontrar una nueva vista de la ciudad. Sumergidos en la paz serrana, contemplamos una bella imagen del valle de Punilla y sus alrededores.
El aire de las sierras nos despertó en una nueva mañana. Para ese día teníamos planeado ampliar la perspectiva subiendo a uno de los cerros más emblemáticos de la región. De esta manera obtendríamos una magnífica vista panorámica de la ciudad.
"Nada como un cielo despejado para visitar el complejo de la aerosilla"- reflexioné a medida que me acercaba a la base. Bien sabido es que la aerosilla de Villa Carlos Paz es uno de los paseos obligatorios para todo turista que visita la “perla serrana”. Ubicada a 900 m.s.n.m. en su parte final, se ha encargado de trasladar a generaciones hasta su cima para que encontraran una hermosa vista de la región y sintieran la paz serrana en los pulmones.
El acceso a este tradicional paseo lo encontramos luego de trasladarnos hasta donde culmina la av. Estrada. En la zona inferior del centro recreativo encontramos un tobogán gigante, un acuario y múltiples locales que vendían artesanías.
Un clima bullanguero se hacía sentir en el aire. Los vendedores de salames, quesos y vinos pateros parecían multiplicarse a cada paso. Luego de unos minutos de ajetreado movimiento, decidimos que lo mejor sería obtener el ticket que nos permitiría ir hasta la cima del cerro en la aerosilla. De esta manera estaríamos lejos del ruido, del calor, de la gente… lejos de todos, pero cerquita del sol.
Sobre la aerosilla
Pronto estábamos ganando altura. El sistema de ascensión que estábamos utilizando posee un kilómetro de recorrido y fue instalado en el año 1955. Desde entonces, se ha transformado en uno de los centros de atracción más importante de Villa Carlos Paz.
En escasos 5 minutos llegamos a la estación superior del cerro. Antes de abandonar la aerosilla posamos para la foto que luego se puede adquirir como souvenir y que retrata nuestro paso por el lugar. Una vez en la cumbre, comenzamos a recorrer sus instalaciones. Visitamos sus terrazas, la confitería y el sendero autóctono, donde aprendimos sobre la flora y la fauna del lugar.
Una sensación de ingravidez parecía apoderarse de los sentidos. Estábamos en lo más alto de la villa. Además de los puentes carreteros y del lago San Roque, podíamos apreciar todo el esplendor del valle, de los barrios residenciales, el conglomerado centro de la ciudad y, sobre el sector del frente, los cordones montañosos de Los Gigantes y las Altas Cumbres. Desde arriba todo parecía más calmo. Los autos y la gente se movían en cámara lenta. No había ruidos, bocinazos ni gritos. Los tiempos fueron otros y todo era más lindo desde allí. Por esta razón, recorrimos todo el complejo para apreciar las distintas vistas del lugar.
Antes de culminar con la visita nos subimos al “aerotren”, una especie de monorriel ubicado en la cima del cerro que se encarga de pasear a los turistas por un circuito que circunvala la cumbre de la sierra. Al tomarlo, pasamos por una gruta artificial y viajamos casi en el aire por la zona.
Luego de la vertiginosa experiencia, nos tomamos unos minutos reparadores en la confitería ubicada en la cima del cerro. Sentados frente a la interminable vista que nos regalaba todo el cinturón montañoso de las Sierras Chicas, simplemente nos relajamos y contemplamos una vez más al valle de Punilla.