Aún hoy, cerca del centenario de su caída, la famosa piedra sigue despertando comentarios y leyendas, que junto a las más variadas explicaciones físicas y geológicas, hacen que su nombre e historia continúen en boca de todos.
Lo cierto es que un enorme bloque de granito permaneció durante décadas en un curioso equilibrio oscilante hasta que en 1912 cayó al vacío y se rompió en pedazos. Muchos aseguran que, de no ser porque los graciosos y pícaros de la época comenzaron a colocar latas y vidrios debajo de su estructura cuando oscilaba, la mole hubiese llegado tal cual hasta nuestros días. Pero lamentablemente no fue posible.
Fotos de la época muestran a diferentes personajes mundiales, locales y turistas, subidos al gran bloque, imitándolo y burlándose de su impecable equilibrio. Y era tal la fascinación que despertaba, que aunque en esos años el turismo prácticamente no existía tal como lo concebimos actualmente, todo aquel que pasaba por la zona no dejaba de sacarle una foto e incluso de pintar o grabar a mano en algunas de sus caras.
El nombre de la piedra dio origen a cafés, librerías, peluquerías y barberías, pulperías, herrerías y hasta comercios impensados. Algunos viejos vecinos recuerdan a un fanático que quiso bautizar a su primera hija mujer con el nombre María Movediza, algo que por supuesto le fue prohibido por el registro civil de aquellos años. Incluso, el primer hotel tandilense llevó su nombre. Hoy se encuentra reciclado en uno de los cafés más pintorescos que tiene la ciudad.
Su atracción continúa…
Aunque ya no es posible observarla como ayer, una senda de 268 escalones de granito permite llegar hasta donde estaba y observarla desde la cima de su cerro al fondo de un barranco. La mole de 385 toneladas se encuentra partida en tres o cuatro pedazos, no más.
Quizás por ello, las historias de volver a subirla y restaurarla se han multiplicado desde que cayó. Incluso existió un rumor de que la empresa más importante de pegamento rápido habría ofrecido una suma cercana al millón de dólares a cambio de pegarla y poner en ella su conocido slogan. Pero aunque hubiese sido una excelente campaña publicitaria esto nunca sucedió. El futuro es nuestro.
Si bien la ciudad de Tandil se hizo famosa por sus piedras, las cuales sirvieron para adoquinar la mayoría de las principales ciudades de nuestro país, hoy las prioridades son otras. Por eso los atractivos turísticos están obligando a trasladar la actividad minera a zonas cercanas.
Desde hace años, la Municipalidad, junto a la Dirección de Turismo, viene buscando una solución coherente para ambas partes, tratando de lograr una legislación adecuada que proteja al turismo sin descuidar la actividad minera, por ser ambos recursos necesarios para el desarrollo de una ciudad tan pujante y creativa como lo es Tandil.
Las autoridades municipales y provinciales están dándose cuenta a tiempo del daño que causa la explotación de las minas sobre los atractivos turísticos de la ciudad y sus alrededores. La idea es trasladar esta actividad fuera del polígono que marcan las rutas provinciales 30, 74 y 226.
El objetivo es que los cráteres que dejan las explosiones y que a la larga se transforman en inservibles canteras, sean aprovechados por los nuevos deportes de aventura que de a poco se van imponiendo como el rappel, la escalada deportiva e incluso la pesca de truchas en ámbitos sembrados artificialmente.
De lograrlo, el turismo tandilense crecería notablemente y la posibilidad de volver a poner a “La Movediza” en su lugar sería una realidad. Algo que actualmente no se intenta porque sería en vano. Las fuertes explosiones de las minas y su onda expansiva volverían a tirarla.
Sería una excelente idea para que la magia de esta piedra tan singular que atrajo por décadas a miles de turistas y personajes famosos de todo el mundo, vuelva a ser uno de los atractivos turísticos más importantes del país.