De vacaciones en familia, nos preguntábamos si el rafting era una actividad para toda edad o simplemente para los más jóvenes. Decididos a saberlo, nos informamos con quienes son expertos en guiar actividades acuáticas en Villa Pehuenia y Aluminé.
El río Aluminé merece una presentación especial: impetuoso, serpenteado, caudaloso, nace en una zona de bosque andino patagónico y llega hasta la estepa con tramos rápidos de grados II a IV. Tiene el privilegio de ser uno de los ríos de montaña más elegidos para la práctica de rafting y kayak.
Los más intrépidos eligen la parte superior del río y los que realizan su bautismo se dan el gusto de remar, reírse y disfrutar de una aventura en familia en pleno verano cordillerano río abajo.
Ricardo, de Aluminé Rafting, nos esperaba con las balsas preparadas a primera hora de la tarde, a ocho kilómetros del centro de Aluminé. Llegamos con otro grupo de turistas para navegar por el sector conocido como Abra Ancha, dificultad grado II, que puede navegarse todo el año.
El clima distendido de los grupos hizo más fácil la integración y gracias a ello la excitación que traíamos fue cambiando en risas mientras escuchábamos la charla técnica y nos calzábamos la indumentaria adecuada.
Aún en tierra y con el remo en la mano, cada uno imitó la maniobra sugerida por el guía para ir conociendo nuestro rol cuando estuviéramos sobre el río.
¡Al agua, pato!
Subimos a las balsas y al comienzo navegamos por un río calmo. Los guías fomentaron una guerra de agua con los remos, por lo que ya estábamos mojados al iniciar el recorrido.
Aguas abajo, nos acercamos al cañadón Curva del Ciprés. Enormes paredes de roca de un lado y pequeñas playas de arena blanca y bosques de ciprés en la otra orilla nos maravillaron e hicieron que perdiéramos la sincronía del movimiento con los remos. La balsa se deslizaba sin impedimentos hasta que el guía lanzó un: “Acción,¡vienen los primeros rápidos!”.
La sensación fue que el río desaparecía bajo nuestro cuerpo y que si no remábamos con intensidad el bote decidiría su camino a solas. Entre todos y con la voz del guía, lo dominamos. Superamos el tramo sin dificultades y el premio fue un chapuzón en una olla de agua refrescante en una vuelta del río.
Llegó entonces la parte interesante: “la corredera” o “ el lavarrropas”, donde la voz de mando y nuestra atención se hicieron más precisas. Salpicaduras, gritos, aleluyas y choque de remos en el aire se sumaron a la voz del guía, que nos hizo creer que habíamos remado muy bien. Nos gustó escucharlo pero en realidad el verdadero navegante era él.
Otra zambullida marcó el final del rafting. Nos reunimos en la playa para comentar anécdotas y ver cuándo realizábamos la experiencia otra vez. Ricardo nos contó: “El Aluminé es generoso, tiene sectores para expertos y para principiantes. Desde el paraje Lonco Luán hasta Abra Ancha, el Aluminé ofrece a grandes y chicos la posibilidad de emocionarse por el deporte y por la naturaleza que va atravesando el río en su cauce”.
Durante el mes de febrero se realiza un divertido Campeonato para Turistas, categorías individual o en grupo familiar o amigos. En el tramo superior del Aluminé se realizan campeonatos nacionales de la especialidad, donde se anotan rafters hombres y mujeres por categorías.
“¿Expertos? No, principiantes pero entusiastas por serpentear el río Aluminé a bordo de un semi rígido y sentir la adrenalina”. Así presentamos a nuestra familia en la clásica foto de vacaciones, en la que todos lucíamos el look rafting.