Fueron bautizados por Sir Richard Owen en 1840, que los llamó dinosaurios, del griego "deinos", que quiere decir "grande y temible", y "sauros", que significa "lagarto".
Gracias a los fósiles, la paleontología ha descubierto numerosa información acerca de lo que comían estos animales. Esto se sabe por la forma y disposición de las mandíbulas y dentaduras. Además, la morfología general del cuerpo de los dinosaurios proporciona datos sobre su estilo de vida. Los carnívoros, por ejemplo, tenían la cabeza grande y corta y un cuello poderoso, con lo cual podían arrancar los bocados de carne de sus víctimas. Los herbívoros, en cambio, tenían el cuello largo para alcanzar su alimento en las copas de los árboles.
Según las afirmaciones científicas, a medida que el animal evolucionó, se incrementó la relación entre el tamaño del cerebro y el peso del cuerpo y, por ende, su comportamiento se volvió más flexible.
Algunas marcas de piel muestran una superficie seca, dura y escamosa y los ojos tenían aproximadamente el doble del diámetro de los de los mamíferos actuales.
Muchas especies de dinosaurios eran ovíparas. Se han encontrado yacimientos de cascarones enteros y fragmentados donde supuestamente había colonias de anidación. En proporción al peso de la madre, los dinosaurios ponían huevos más pequeños pero en mayor número que las aves. El gran número de huesos de dinosaurios pequeños encontrados en las colonias de anidación indica que el índice de mortalidad entre las crías era muy alto.
Sin embargo, todavía hay muchos hechos que no están del todo claros. Resulta muy difícil imaginar qué ruido hacían, cómo era su comportamiento, cómo se reproducían o de qué color eran. Incluso, es casi imposible discernir si un fósil corresponde a un espécimen macho o hembra o si se trataba de animales de sangre caliente o fría, como los reptiles de la actualidad. Si fuera posible determinar este hecho, los paleontólogos podrían descubrir si se comportaban como los mamíferos actuales o como los reptiles.