Cuando el río se convierte en balneario

Los alrededores de Mina Clavero se han abierto al turismo activo a partir de un entorno natural donde ríos y arroyos aportan sus hoyas de agua cristalina.

A poco de estar en Mina Clavero, nos dimos cuenta de que esa frescura que se disfrutaba en la ciudad se debía a los ríos que la recorren. Una sucesión de balnearios en la zona céntricas y en las afueras son lugares ideales para pasar un excelente día de picnic.

La primera jornada se presentó muy calurosa y aprovechamos la cercanía del balneario central para deleitarnos con sus aguas frescas y su buena sombra. Las aguas del río Mina Clavero son muy frías y en la ciudad corre sobre un cauce de llanura con arenas casi doradas. Pero es distinto en su nacimiento en la sierra, desde donde baja entre rocas y saltos de agua.

Al día siguiente, ya más habituados a movernos por la ciudad, hicimos algunas compras y encaramos la ruta hacia el pueblo de San Lorenzo para conocer el nacimiento de otro río: el Panaholma. A poco de tomar la ruta, el entorno se hizo campo y seguimos los carteles que anunciaban los balnearios Panaholma, Los Algarrobos, Pozos Azules y Cascada del Toro Muerto. El río con nombre de origen quechua de difícil pronunciación y que significa “aguas taciturnas” siempre quedó a nuestra izquierda. Los carteles indicaban la distancia, aunque no eran muy exactos.

  • Agua cristalina

    Agua cristalina

  • Aguas frescas y su buena sombra

    Aguas frescas y su buena sombra

  • El aire y el agua conservan su pureza

    El aire y el agua conservan su pureza

  • Balnearios naturales

    Balnearios naturales

  • Pozos azules

    Pozos azules

En San Lorenzo dejamos atrás las calles de asfalto para acercarnos al río a la altura del balneario Las Maravillas. Nos instalamos a la vera de ese río mientras recibíamos el comentario de un paisano: “Las aguas son tan calladas y silenciosas como la gente de trabajo con andar cansino de este hermoso pueblo”.

El río Panaholma se presenta bastante ancho, con grandes rocas en una de sus orillas y arena dorada del lado de enfrente. Un puente ayuda a cruzarlo pero también se puede atravesar a nado, ya que no es profundo ni peligroso. Existe un campamento diurno donde estacionamos, utilizamos mesa y parrilla y unos sauces de gran copa nos cobijaron bajo su sombra.

Supimos entonces que la tibieza de las aguas era una condición natural del Panaholma y la disfrutamos al máximo. Sentados en nuestra reposera, despedimos el día mientras los últimos rayos del sol se escondían detrás de la sierra y los árboles.

Para continuar con nuestro plan de conocer cada rincón por donde zigzaguearan los ríos de la zona, volvimos al día siguiente a realizar el mismo camino pero esta vez llegamos hasta el balneario natural privado Cascada del Toro Muerto.

El sol del mediodía era implacable y fue imprescindible protegerse debajo de los árboles y sumergirnos en el agua. Desde abajo de unos enormes molles veíamos un paredón de piedra con espesa vegetación que rodeaba el enorme salto de agua. A su vez, éste se reflejaba en la profunda hoya que es habitual lugar de baño.

Luego de unas cuantas zambullidas desde lo alto, caminamos sobre enormes piedras hacia otra cascada a la que llaman Mortero de los Zorros. Allí las rocas grisáceas alternan con praderas y arboleda que permiten alejarse del bullicio del área central del balneario.

Desplegamos nuestros elementos para tomar unos mates y repasar cada minuto de ese día especial junto al río. El murmullo constante del agua se instaló en nuestros oídos mientras cerrábamos los ojos para que cada detalle quedara en nuestra mente para siempre.

Notamos que innumerables mariposas volaban alrededor nuestro pronosticando una de las clásicas tormentas de verano de la zona. Por precaución, levantamos nuestras pertenencias para ir regresando hacia Mina Clavero. En el camino, un fuerte chaparrón acompañó los últimos momentos de sol del día. Casi resultó un alivio después de la jornada calurosa vivida.

Volvimos a encontrarnos con cabañas, despensas y campings que anunciaban la cercanía de la ciudad. Confirmamos ese refrán de la zona que dice que en Mina Clavero el sol brilla casi todos los días el año, y el aire y el agua conservan su pureza.

Autor Mónica Pons Fotografo Eduardo Epifanio

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