En San Antonio de Areco y sus alrededores se forjó la tradición gaucha de forma material y el gaucho se encargó de hacerla perdurar de generación en generación.
De Potosí a la pampa húmeda
Los primeros plateros se instalaron en Buenos Aires a fines del siglo XVI y en los siglos XVII y XVIII desarrollaron una platería similar a la de Potosí, en lo que fuera el Virreynato del Alto Perú.
Estos orfebres se instalaron por toda la provincia de Buenos Aires y por la región litoral del país, y fueron en su mayoría españoles y portugueses que traían el arte desde su tierra natal. Aquí, se fueron adaptando lentamente y acercando a las características del momento; entre ellas estaba el gaucho argentino, con sus propios simbolismos y valores, arraigado en el trabajo del campo.
La vida rústica y austera del gaucho, sobria en sus costumbres, apenas le ha permitido llevar entre sus ropajes, en el apero o en el arreo del caballo algún elemento de valor, en general de plata.
Fueron los orfebres y plateros quienes se encargaron de crear e innovar en el trabajo de la plata y en la posterior creación de objetos, entre los que se destacaron dagas, cuchillos, mates, bombillas y otros elementos que pasaron a ser de uso popular argentino y llegaron también a las grandes ciudades.
Los Draghi, una familia de orfebres
Juan José Draghi dio sus primeros pasos en la orfebrería en la década del ’60 alentado por su vocación y adquirió un gran dominio técnico del oficio por la experiencia. Su intuición y su genio creativo lo consagraron como el refundador de la platería tradicional argentina.
La producción en serie también tuvo su lugar en la platería y llevó a que muchos gauchos y amantes de la plata perdieran interés por los objetos que no tenían la gracia de los ejemplares únicos.
Draghi afirmó: “Me hice platero porque nací en Areco”, y esto lo manifestó en cada una de sus obras. En el Museo Gauchesco Ricardo Güiraldes, este orfebre encontró la inspiración para darle grandeza a su obra. Con sus piezas se volcó a los usos y costumbres del hombre de campo, quien obviamente no dejó de admirarlo desde entonces.
Su Museo y Taller de Platería, ubicado frente a la plaza principal de Areco, es un claro ejemplo de la profesionalidad y de la condición artística lograda por este orfebre, quien con sus obras se encargó de recuperar un oficio que parecía estar destinado a perderse.
Hoy, su mujer y sus hijos continúan la misma labor con la pasión intacta y con el respeto que impone saber que están escribiendo historia en cada una de las piezas que salen del taller.
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