Casi sin cambios desde sus primeros tiempos, la Casa Koessler permite que ingresemos a su intimidad. Muestra una manera de vivir ajena a la de nuestros días.
Aquellos que vivieron en la ciudad de San Martín de los Andes a comienzos del siglo XX tuvieron grandes dificultades para enfrentar las distancias, el clima o la falta de comodidades de las que hoy disfrutamos. Quizá por eso el hecho de conocer historias de vida de sus primeros habitantes nos llena de emoción y de intriga.Una vieja casona, antes ausente y silenciosa, ha abierto sus puertas para que conozcamos el refugio familiar y profesional del que fuera el primer médico de la región, el Dr. Rodolfo Koessler, y su señora Bertha Koessler Ilg.
Federico Koessler, nieto del Dr. Rodolfo Koessler, es quien nos recibió y con quien descubrimos los secretos de una familia formada en Europa que trasladó su cultura y tradiciones a la Patagonia en el año 1920.Voces acalladas por el paso del tiempo fueron tomando vida en el relato de Federico mientras recorríamos los distintos cuartos de la casa. Pisos de madera (crujientes) y paredes altas con imágenes fueron la caja de resonancia del paso de una familia que se adecuó a un San Martín de los Andes inhóspito.
No contaremos muchos detalles de la vida del Dr. Koessler y de su esposa, enfermera de la Cruz Roja de profesión y escritora por devoción. Sólo destacaremos que ambos tuvieron una excelente formación cultural y su pensamiento fue de vanguardia para la época en que vivieron.
Las anécdotas quedarán a cargo de Federico, quien, a lo largo de su propia vida, ha ido recibiendo el legado de sus abuelos y ahora decidió hacerlo conocer. Su pasión y respeto por sus mayores y toda la documentación con que cuenta hacen muy interesante la charla. Fue imposible dejar de imaginar a la familia en el comedor o en la sala de la casa. Allí compartían las tardes juntos, con la salamandra encendida y el tibio sol de invierno que entraba por los ventanales. Cartas, vitrola, viejos discos de pasta y algunas fotos de reuniones de amigos e invitados muestran la vida social de la época.
Salud, divino tesoro
Pero lo que realmente nos llamó la atención fue la sala de atención de los pacientes. Allí el Dr. Koessler ejerció su profesión, no sólo en la clínica general, sino también como cirujano, farmacéutico, partero, radiólogo o dentista, según la necesidad del que requería su presencia.
“Cuando yo era chico, tenía prohibido entrar al consultorio del abuelo. Me intrigaba todo lo que allí se encerraba e imaginaba vaya a saber qué cosas cuando veía las pinzas y frascos que se guardaban como un tesoro”, nos dijo Federico mientras sus ojos celestes brillaban.
Era común además que lo llamaran desde cualquier punto lejano del campo y tuviera que partir a atender algún paciente. Quedó en la memoria de los viejos pobladores la generosidad de don Koessler, que nunca se negaba a esos requerimientos.
También la señora Bertha fue de valía excepcional. Mientras colaboraba con su esposo en la atención de los enfermos, no descuidaba sus dones de escritora. Su admiración por los relatos de los hermanos Grimm dio origen a esa necesidad suya. En su juventud, había vivido en la isla de Malta, donde recopiló origen y costumbres de los indígenas y publicó un libro con sus tradiciones.En la región, repitió su experiencia con las comunidades mapuches, para impedir que se perdieran sus tradiciones, cantos y cultos, ya que ellos no acostumbraban utilizar el lenguaje escrito.
Mientras avanzábamos por la casa, nos quedó la sensación de volver atrás en el tiempo. También la impresión de que cuando saliéramos a la calle, esta sería de tierra y que nos cruzaríamos con algún carro que con paso lento llevaba mercadería o agua.
De todo, como en botica
Se han podido rescatar y mostrar casi la totalidad de los utensilios domésticos y de consultorio que se utilizaron desde su llegada a esa tradicional esquina del centro de la ciudad. La Casa Koessler es un exponente de una época, de una manera de vivir y de la fortaleza que mostraban aquellas personas que dieron vida a lo que hoy es la ciudad.
Vale destacar que no es un museo sino una vieja casa que cobra vida. A diario en ella se escucha música, se come y se duerme acompañando la historia familiar.Casa Koessler
Av. San Martín 1291
Tel.: 54 2972 412560