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Quienes tuvimos la suerte de conocerlo, lo guardamos en el recuerdo, en el baúl de la niñez. Era hermoso y uno de los más largos que tenía la costa atlántica, hasta que empezó a deteriorarse y un par de fuertes sudestadas se encargaron de romperlo hasta hacerlo intransitable.
En él se hacían pescas memorables, ya que eran tantos los metros de hormigón que se internaban en el mar, que bastaba con tirar la caña o bajar el mediomundo para dar con verdaderos trofeos.
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Luego se fue cayendo y se hizo imposible levantarlo nuevamente. El mar, que de eso sabe y mucho, se encargó de ir erosionándolo todo hasta dejarlo tal como lo vemos hoy: con sus viejos pilotes grises solitarios separados por los metros que planificó el hombre cuando lo construyó.
Hoy, su esqueleto se sigue divisando desde varios kilómetros y en él todas las mañanas es posible ver como decenas de pescadores artesanales (que formaron una cooperativa de pesca en las viejas instalaciones del muelle) vuelven a internarse en el mar del mismo modo que lo hacían los pescadores en el pasado de este balneario.
+ Info:
http://www.welcomeargentina.com/montehermoso/pescadores-sin-muellle.html