Estar parado frente a la imponente catedral es sentir que llegamos a la ciudad de La Plata. Un escalofrío, un suspiro, un entrecerrar de ojos. Allí estamos y de pronto no necesitamos nada más.
Si tuviéramos la máquina del tiempo, el lugar del pasado al que volver sería la República de los Niños. Allí todo es posible y los sueños se hacen realidad; los de los chicos y también los de los grandes.
El palacio Campodónico nos hace imaginar cintas, faldas de raso y cartas vivientes corriendo alegremente por sus pasillos; como en Alicia en el País de las Maravillas, aquí las fantasías se vuelven realidad.
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