"Afortunado en el juego, desafortunado en el amor", dice el dicho popular y a veces se cumple a la perfección, afirman los supersticiosos. Sin embargo, hay quienes cuanto más afortunados son en el juego más lo son en el amor y hay quienes prefieren tener un buen amor que mejor suerte.
Lo cierto es que en el mundo en el que vivimos existen factores ajenos a los individuos como el azar, la suerte y la probabilidad, que muchas veces tienen injerencia en la vida de los hombres.
El juego es un claro ejemplo en el que estos factores desempeñan su razón de ser y como no existe una lógica que los conduzca, es posible esperar de ellos cualquier resultado.
Esto, sin duda, es lo que atrae al jugador: cualquier número puede salir, cualquier naipe puede estar debajo del paño, el croupier puede tener una carta de menor valor que la propia, la suerte puede hacer que todos los dados muestren la misma cara.
La suerte puede aparecer en cualquier momento y se trata de que ocurran hechos que a nuestro modo de ver resultan buenos o malos. Cuando jugamos, elegir hace que tengamos probabilidades de que nuestra fortuna se vuelva realidad o se pierda.
Nada está escrito, todo puede pasar. Aunque muchos aseguran que la suerte está echada.