San Fernando del valle de Catamarca, la fortaleza. Catamarca es una voz quichua que significa fortaleza en la falda, aludiendo al emplazamiento geográfico de
la ciudad. Cata: es falda o ladera. Marca: es fortaleza o castillo de la frontera. El Imperio Inca irrumpe en nuestro territorio en el siglo XV, no sabemos con exactitud la fecha. El Estado Incaico ocupó el territorio del Oeste catamarqueño y riojano, estableciendo en Catamarca el fabuloso Pucará de Aconquija, una de las fortalezas más grandes de la frontera Sur del Imperio. Para formar el Collasuyu, el imperio debió crear una serie de entidades administrativas que actualmente se conocen como provincias. Por ejemplo, para nuestro noroeste, la provincia de Chicoana cubría un área que iba desde Bolivia hasta el sur del asentamiento inca de Chicoana (La Paya), que fue la cabecera o capital incaica de esta provincia. Comprendía el piso de puna y la parte septentrional del valle Calchaquí. Hacia el sur se ubicaba la provincia de Quire-Quire, que se extendía por el resto del valle Calchaquí, todo el valle de Santa María y los valles de Andalgalá, Hualfín y Abaucán (Catamarca). El área valletano -serrana central comprende un conjunto de valles y quebradas situadas entre los 1500 y 3000 metros sobre el nivel del mar, que se desarrollan en las provincias de
Catamarca,
La Rioja, norte de
San Juan, oeste de
Tucumán y el oeste de
Salta. Los diaguitas que habitaban Catamarca hablaban el kakä, kakán o kacano, idioma muy difícil de pronunciar por su fonética gutural en extremo, esta lengua ha sido completamente extinguida. Según el Padre Antonio Larrouy -a fines del siglo XVII- los indios se comunicaban a través de la lengua quichua, que era la propia lengua de los indígenas del Perú, la cual fue importada por los conquistadores españoles y en especial por los misioneros. La mayor parte de los antiguos cronistas españoles y también de los actuales arqueólogos considera que la razón principal para la conquista del Collasuyu fue la existencia de oro, plata, cobre, plomo, piedras semi-preciosas e incluso sal, razones que empujaron tanto a los Incas como a los españoles en su afán de dominio de la región. Catamarca fue fundada por primera vez a mediados de 1558 por Juan Pérez de Zurita, con el nombre de Londres de la Nueva Inglaterra, en homenaje a Felipe II, cuya esposa María Tudor era inglesa. Lo hizo en el valle de Quinmivil, sucediéndose dos fundaciones posteriores: una con Ramírez de Velazco en 1591, en el mismo lugar; y el 5 de julio de 1683, en el lugar que hoy se encuentra su capital (faldeos del Ambato, sobre la margen derecha del Río del Valle), por don Fernando Mendoza de Mate de Luna. En el ínterin entre la segunda y tercera fundación le fue quitada la jerarquía de ciudad por disposición de la Cédula Real de Carlos II, del 16 de agosto de 1679, por tratarse de una ciudad "virtual" sin casas, sin iglesia, y con escasa población dispersa. Sólo el estandarte real daba presencia a dicho estado. Hasta 1821, los territorios de Tucumán y Catamarca permanecieron unidos. Hasta que el 25 de agosto de dicho año, Nicolás Avellaneda y Tula, quien presidía los destinos de Catamarca a nombre de la República de Tucumán, convocó en la Casa Municipal a lo más selecto de la sociedad catamarqueña. Fue entonces cuando declaró, solemnemente, que Catamarca y su territorio eran tan libres como todos los demás pueblos constituidos en provincias. Así se disolvió la dependencia con la República de Tucumán, y se eligió como primer gobernador a Nicolás Avellaneda y Tula. Catamarca aportó a la gesta de la Independencia, con hombres, pertrechos y víveres, y a su organización Nacional con las palabras del "Orador de la Constitución" Fray Mamerto Esquiú en su célebre sermón,"Laetamur de gloria vestra" (nos alegramos de vuestra alegría), palabras moderadoras y sensatas que convocaban a los espíritus a la paz y el orden. La noticia de la Revolución de Mayo llegó a Catamarca un mes más tarde. Abocándose a las instrucciones recibidas, a través de las circulares de la Primera Junta, el Cabildo tomó las medidas conducentes a la elección de un diputado catamarqueño. Hubo un intento de continuidad del viejo régimen gestado por el subintendente Francisco de Acuña, quien se hizo elegir para aquella función en el Cabildo Abierto reunido al efecto. Pero su persona no reunía las cualidades requeridas. Fue preciso convocar un nuevo Cabildo Abierto, que consagró el nombre de José Antonio de Aguilera, nativo del lugar. El Cabildo, al comunicar a la Junta la designación del nombrado, destaca su idoneidad, ilustración y méritos adquiridos en servicio a la patria. Un contingente de catamarqueños a las órdenes de Bernardino Ahumada y Barros participó en la batalla de Tucumán, recogiendo también los laureles del triunfo decisivo para la causa de Mayo. Belgrano le había dicho al mencionado jefe: "Si los hijos de Catamarca quieren cubrirse de gloria y dar laureles a su provincia que vengan a unirse a los jujeños, salteños, tucumanos y santiagueños". Gloria legítima de un pueblo, es asociarse a las grandes definiciones. Cuando el Director Supremo convocó a las provincias para reunirse en Tucumán en un Congreso General Constituyente, Catamarca dio mandato al Presbítero Doctor Manuel Antonio de Azevedo y a Don José Antonio Olmos de Aguilera, quien por impedimento de salud, traspasó su poder al Presbítero José Eusebio Colombres. Después de Caseros, un grupo de gobernantes patriotas le dieron a Catamarca estabilidad y progreso. Pedro Segura, que hace jurar la Constitución sancionada en
Santa Fe; Sinforeano Lascano, que promulga la primera Constitución de la Provincia; el General Octaviano Navarro, en cuyo gobierno se introduce la imprenta en Catamarca y Samuel Molina, que inaugura la actual Casa de Gobierno en 1859. Una etapa de progreso institucional y cultural, como de paz y concordia, se quebró después de la batalla de Pavón. Entre 1862 y 1868 se extiende un período sumamente turbulento (llamado "la noche de los siete años") en el que sin interrupción, se suceden las asonadas, la destitución y reposición de gobernadores, las intervenciones, las luchas armadas, y otras vicisitudes cívicas que mantienen a Catamarca en permanente zozobra. Aún sobreviven viviendas con techos rojos de construcción coloniales, con amplios portales y patios de sol, que rememoran la etapa fundacional. Es una ciudad turística tradicionalista de importante comercio y activa vida cultural. Las actividades productivas principales son la agricultura intensiva y la minería. Para la agricultura se han aprovechado los espacios intermontanos, tales como los bolsones y valles.