La presencia de residencias y apart hoteles frente al mar y en medio de montes de coníferas ofrece a la zona urbana un grado de excelencia especial.
Encuadrada entre el litoral marítimo y la ruta interbalnearia, y entre Mar del Tuyú y Aguas Verdes, Costa del Este es una villa de veraneo de características elegantes. Priman las viviendas amplias, la buena hotelería y los bosques de pino abigarrados.
Recorrimos las calles céntricas que, en un sentido, llevan nombres de flores y árboles y, en el otro, las avenidas llevan directamente al mar. Ingresamos por la avenida 4 hasta alcanzar la costanera y tomar contacto con las playas.
Nos parecieron espaciosas, ideales para ubicarse y contemplar el horizonte infinito. Mientras, tomamos sol, ingresamos al agua, caminamos sobre la arena húmeda y permanecimos hasta el atardecer, mate en mano.
Notamos que la zona urbana congrega casas confortables, con jardines muy cuidados, ya sean particulares o de alquiler. En pleno centro, varias galerías comerciales cuentan con locales agradables, donde las tiendas de artesanías atendían mucho público deseoso de llevarse un recuerdo. Las cafeterías y resto bares nos parecieron lugares perfectos para charlas entre amigos al atardecer.
Los paseos más visitados son La Reserva Forestal y el Lago Artificial. En ambos casos, son sus arboledas las que atraen con su frescura y sombra en los días calurosos del verano. Existe un circuito dentro de la reserva con tres puntos de ingreso para bicicletas y trekking, dos formas de transitar para gran cantidad de fanáticos. Por las zonas arenosas lo ideal es avanzar sobre cuatriciclos.
Nos acercamos a una obra de arte que merecía una atención especial: Cristo con María Magdalena. Está enclavada sobre la avenida 4, al ingreso a la localidad, y fue realizada en mármol de Carrara.
En la noche visitamos algunos locales de entretenimientos y aprovechamos la corta distancia que existe con San Bernardo para encontrar mayor variedad de espectáculos.
En Costa del Este, las distintas luces del día desde el amanecer hasta la puesta del sol y las horas nocturnas nos resultaron brillantes y cautivadoras. Eso es gracias al trabajo comunitario para hacer que no decaiga su esplendor inicial.