Formosa, de raíz india La
provincia de Formosa fue habitada, sobre todo, por tres grandes grupos de aborígenes que vivían en distintas regiones. Ellos eran los tobas, los matacos y los pilagás. Estos grupos arribaron al territorio después de verse obligados a emigrar de la selva boliviano-paraguaya. Huían de las tribus cuya ferocidad atentaba contra la seguridad de sus vidas. Las tribus chaqueñas que habitaban este suelo eran de distinto origen lingüístico y practicaban una economía cazadora y recolectora. Se distinguían los guerreros abipones y los canoeros payaguás, a orillas de los grandes ríos; hacia el interior estaban los guerreros matacos y hacia el oeste los chiriguanos. Existían, además, comunidades de mocovíes cerca de los abipones y chulupíes junto a los chiriguanos. Con la palabra guaraní
guaicurú se designó a tobas y pilagás, con
mataco-mataguayos, a los que ocupaban el oeste. Los guaycurúes y los mataco-mataguayos se parecían culturalmente, por lo que se los denominaba "chaquenses típicos". Se hallaban organizados en grupos y su vida se desarrolla aún hoy en un ambiente de trabajo primario. Dedican su vida a la confección de trabajos en maderas, tallas, mates, ceniceros, artículos de totora, paja y palma, a la construcción de sillas, canastos, sombreros y balsas. Los cestos que confeccionan sirven para guardar granos, los decoran con guardas y hacen además jarrones y tinajas. Cada grupo posee sus costumbres, lengua y vestimenta propias. La presencia de los indios matacos fue muy importante y aguerrida en la zona de los primeros asentamientos estables, sobre todo en el centro de la provincia. Eran básicamente pescadores y recolectores, pero también practicaban la caza y la agricultura como actividades secundarias. Habitaban las regiones aledañas a los ríos Pilcomayo, Bermejo y Teuco. La pesca la realizaba con arpónes de unos cuatro metros de largo. Vivían en chozas de ramas y paja, sin puertas ni muebles, y se vestían con pieles de venado. Transcurrida la segunda mitad del siglo XIX, los distintos grupos aborígenes asentados en las márgenes del río tomaron contacto con el primer blanco que se apostó en la región: el dueño de la primera compañía a vapor del Bermejo, Natalio Roldán. La desconfianza inicial que le tuvieron fue vencida en poco tiempo por el buen trato y, pronto, casi dos mil de ellos comenzaron a trabajar en las obras emprendidas. La
ciudad de Formosa fue fundada el 8 de Abril de 1879 por el comandante Luis Jorge Fontana. El 1º de octubre de 1884, por la ley Nº 1532, se erigió en Gobernación Nacional. Su primer gobernador fue el cnel. Ignacio Fotheringham. Formosa fue declarada provincia de la República Argentina recién el 30 de Junio de 1955 y su primer gobernador constitucional fue el dr. Luis Gutnisky. La política nacional hacia los indígenas se completó con las misiones religiosas. Luego de realizar un vasto reconocimiento de distintas zonas del Noreste y, tras largas gestiones, en el año 1899 surgió la Misión de San Francisco Solano de Tacaaglé sobre el río Pilcomayo. Su fundador fue el padre Terencio Marcucci, quien recibió 20.000 hectáreas de laboreo para los indios tobas. En líneas generales, el funcionamiento de la misión seguía el modelo de las misiones jesuíticas instaladas hasta el siglo XVIII. La misión compraba toda la producción a cada familia productora con un precio uniforme y luego la colocaba en la plaza de Formosa. En plena conquista, sin embargo, el contacto entre misioneros y aborígenes conoció momentos muy difíciles, cuando la exploración del Bermejo implicó la muerte de misioneros jesuitas, como el padre Gaspar Osorio y el padre Ripari, sacrificados en 1639. Años después, corrieron la misma suerte el padre Salinas y Pedro Ortiz de Zárate. El martirio de algunos abrió camino para el trabajo abnegado de otros, que en oleadas sucesivas y con suerte desigual fueron llegando a estas tierras. El sacerdote Franciscano Roque Chielli dedicó los mejores años de su vida a ayudar a los chiriguanos y sus primeros años de trabajo transcurrieron en la misión La Loma de El Tabacal hasta que, en 1970, un acontecimiento imprevisto sacudió su pacífica existencia: llegó la orden de desalojar de inmediato. La catequesis de los franciscanos entre los aborígenes se distinguió por un gran respeto a su lengua y sus costumbres.