Los investigadores del pasado precolombino han sostenido con empeño que la cultura indígena del Noroeste argentino fue influida por la cultura de Tiahuanaco, muy anterior a la incaica. Otros sostienen que la cultura diaguita enseñoreaba en el Norte y Oeste de Jujuy (los diaguitas ocupaban una pequeña parte del oeste del actual territorio provincial, formaban pueblos independientes unos de otros, con sus respectivos caciques, y hablaban una lengua llamada "cacana"). Sea como fuere, cuando los españoles llegaron a esta región encontraron comunidades indígenas de omaguacas, quienes habitaban la región del norte de Jujuy, la puna, las gargantas estrechas que llegan a la gran quebrada humahuaqueña, los pequeños valles y las laderas de las sierras, eran los más adelantados de la provincia; oclayas, en el valle de Jujuy, en la parte del Xibi Xibi, Titaxi, Tilquiza, Jaire, Chijra y Zapla, hasta las faldas de los cerrillos de Perico, eran valientes guerreros pero no se igualaban a los omaguacas; y jujuies, posiblemente una denominación genérica dada por los hispanos para señalar a las tribus que escondían sus viviendas hacia los sitios actuales de Cuyaya, La Almona y Juan Galán. La fundación de una ciudad en el valle de Jujuy se vió demorada por la brava oposición indígena a la entrada de los españoles, pero el factor de más influencia fue la lucha que sostuvieron entre sí los españoles de Chile y Perú, que pretendían dominar el territorio del Tucumán, el cual abarcaba por entonces las actuales provincias de Salta y Jujuy. Después de varios intentos fallidos por fundar la ciudad, empezando por el que intentara Perez de Zorita el 20 de agosto de 1561 con el nombre de Nieva, entre los ríos Grande y Sivisivi, la población sucumbió ante los ataques indígenas y las luchas intestinas por dominar la región desde el Perú y Chile. Lograron subsistir sólo hasta 1563. El sonado pleito jurisdiccional del Tucumán se terminó cuando, el 29 de agosto de 1563, se dio a publicidad una cédula real que hacía de esta región una gobernación autónoma segregada de la usurpación chilena que en su momento llevara a cabo Francisco de Villagra. Mediante este documento, el rey ordenaba que Tucumán dependiera del Perú como autoridad jerárquica inmediata. Los indígenas, incentivados por su hostil asedio a otras poblaciones, asolaban la región y golpeaban a las puertas de la heroica ciudad recién refundada. El valle de Jujuy era un punto estratégico, ya que allí convergían las rutas procedentes del Perú y las que se abrían hacia la progresista región del Sur, uniéndose al Atlántico. Por ello, el 13 de octubre de 1575, don Pedro de Zárate fundó, en la zona llamada Punta de Diamante por la cercana unión de los ríos que franquean la ciudad (el Grande y el Chico), la ciudad de San Francisco en la Nueva Provincia de Álava, donde actualmente se encuentra el cementerio del Salvador. La ciudad alcanzó escasamente un año de vida, ya que también fue destruida por los indígenas. Finalmente, la superioridad militar española terminó por imponerse y el 19 de abril de 1593 Francisco de Argañaraz y Muguía fundó San Salvador de Velazco en el Valle de Jujuy, la actual capital provincial. Durante las guerras por la independencia, Jujuy se convirtió en el escenario de las batallas entre el Ejército del Norte y las fuerzas realistas. Pasados dos años de la Revolución de Mayo, Jujuy entregaba sus mejores hijos. La poca formación militar, a lo que se sumaba la carencia de elementos necesarios y la inferioridad numérica, llevaron a la consecuencia lógica de las derrotas de Cotagaita, Nazareno y Desagüadero. Poco pudieron hacer los jefes patriotas que sucesivamente asumieron el mando del Ejército del Norte, como Francisco Ortiz de Ocampo, Antonio González Balcarce, Juan José Castelli y Juan Martín de Pueyrredón. Sólo el triunfo del 7 de noviembre de 1810 en Suipacha, que constituye la primera victoria argentina en la guerra de la independencia, lograda por los gauchos del Norte comandados por Martín Miguel de Güemes con apoyo del capitán porteño Balbastro, eleva y mantiene aún la fe. La figura de Manuel Belgrano es de sobra conocida por todos los argentinos y en particular por los jujeños, que han hecho de él el héroe por antonomasia de la emancipación nacional. Belgrano llegó a Jujuy el 19 de mayo de 1812 y allí recibió el saludo del pueblo en general que veía en el Ejército del Norte, y en su nuevo jefe, la solución a la amenaza de la invasión realista. La situación era clara y sus lineamientos generales se ajustaban a lo previsto por el gobierno, las circunstancias colocaban a Belgrano ante un duro trance. Ante el avance del enemigo, Belgrano dispuso que el coronel Diaz Velez retomara el mando de la vanguardia en Humahuaca. En la noche del 22 de agosto se impartió la orden definitiva de abandonar el pueblo y al amanecer del día siguiente toda la ciudadanía jujeña abandonó la ciudad. A media tarde salió el grueso del ejército, en tanto que Belgrano recién salía a la medianoche. En la noche del 23, la retaguardia patriota era atacada desde diversos lugares y solo pudo salvarse gracias a la acción enérgica del capitán Zelaya, quien organizó el repliegue bajo el fuego enemigo. El 24 de agosto entraba la vanguardia realista en Jujuy. El general Manuel Belgrano encabezó la ordenada retirada, gesta conocida como el "Éxodo Jujeño". Jujuy soportó once invasiones realistas. Por fin, el 20 de febrero de 1813 se produjo la batalla de Salta que selló la suerte del ejercito realista. Una hábil maniobra de Belgrano puso de antemano en inferioridad de condiciones a su enemigo, el cual tuvo que capitular, sufriendo una aplastante derrota. Firmada la capitulación, los españoles se retiraron a Jujuy, que estaba defendida por una fuerte fracción que no había capitulado. De esta ciudad continuaron los realistas una marcha apresurada hacia el Alto Perú. Los emigrados jujeños, después de la victoria, se dirigieron a Jujuy dejando el ejército en Salta. El 25 de febrero se restableció en la ciudad el gobierno patriota. Se designó al coronel José Bolaños como gobernador. Las expediciones al Alto Perú se sucedieron hasta que la salud de Belgrano indicó la necesidad de un recambio. Entonces San Martín, con la asistencia de Martín de Güemes y sus milicias gauchas, a fuerza de astucia, sacrificios y valor sin igual, pudo liberar sus terruños varias veces asolados en el vaivén de las operaciones.
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