¿Cómo hay hombres que son artesanos y otros que no? ¿Se nace con un don o simplemente hay que despertar ese instinto creativo que todos llevamos dentro? En Santiago del Estero parece que la mano viene por este lado.
Santiago querida
Se sabe que los pueblos originarios siempre desarrollaron dones que les permitieron sobrevivir en condiciones desfavorables. Toda la región de Santiago del Estero tuvo sus propios pobladores que usando los elementos que la naturaleza les daba lograron vivir y sobrevivir.
Entre estos se destacan el mimbre, la caña, la lana y demás materias primas, que sirvieron para ir creando y tejiendo productos para vivir mejor.
A pesar del paso del tiempo, muchas de estas tradiciones ancestrales han llegado intactas hasta nuestros días como verdaderas recetas, dones o técnicas que se han trasladado de generación en generación. Por ello, cuando se transita una calle, una esquina o alguna feria santiagueña, salen a la luz infinitos productos que representan una forma de pensar y hacer el mundo que no pasa por moldes o patentes industriales.
Se trata, en cambio, de una filosofía de vida que se encuentra arraigada en el ser santiagueño y que tiene que ver con todo lo que puede salir de la inventiva del hombre, de sus adentros.
Igual en toda la provincia
El turismo, además de beneficiar sus típicos rubros, también sirve para fomentar el trabajo artesanal y, en consecuencia, para que los sectores más pobres encuentren sus propias fuentes de ingresos.
“El colorido que necesita toda ciudad para seguir pensando”, con estas palabras un alto funcionario de turismo nacional definió el sector artesanal cuando le preguntaron si los artesanos debían o no pagar impuestos municipales. Y siguió: “Sí, lo deben hacer, pero no hay que olvidarse de que el Estado nacional debe ayudar a que la actividad les sea rentable, ya que de sus propias manos dependen sus propios ingresos”.
Lo cierto es que, al igual que en todo el país, la actividad artesanal después de la crisis del 2001 tomó un vigor único que parece no abandonar más allá de que hoy la situación económica de los argentinos mejoró notablemente. Las laboriosas manos e ideas de hombres y mujeres deben tener siempre lugar en un país que apuesta al desarrollo turístico.
Un sombrero, una canasta, un poncho santiagueño, un alfajor y miles de opciones más son parte del inventario que no se puede dejar de comprar durante una visita a esta hermosa provincia. A lo cual se suman sus dotes musicales como las guitarreadas, sus coplas y hasta sus típicos bailes, como una chacarera bien bailada por sus pobladores para ser disfrutada por los turistas. Porque mostrar lo que uno sabe hacer es también una forma digna de vender algo.