1683 es el año en el que finalmente se consolidó la Estancia de la Candelaria en manos de los Jesuitas.
El grabado en la puerta de la habitación del Padre encargado de la estancia reza: "1683". Es el año en el que finalmente se consolidó la Estancia de la Candelaria en manos jesuitas.
Llegó a ser el mejor ejemplo de un establecimiento serrano productor de ganadería extensiva, fundamentalmente mular, destinado al tráfico de bienes desde y hacia el Alto Perú. En los parajes rurales a 220 kilómetros al noroeste de la ciudad de Córdoba, la férrea voluntad misionera no sólo tuvo que enfrentarse con las inclemencias de la geografía y del clima, sino con el asedio de los malones.
Este entorno marcó la diferencia arquitectónica con las otras estancias jesuíticas, ya que su situación intermedia entre fortín y residencia con santuario es única en la provincia. En un páramo donde predomina la piedra solamente, sus murallas perimetrales y una única puerta de acceso evidencian la resistencia de los aborígenes que enfrentaban a la colonización.
La iglesia, con sus muros rocosos y sus líneas austeras, sobresale por su espadaña barroca que acuna tres campanas. Permanece casi intacta, blanca de cal, excepto en el altar donde se destacan sus colores pasteles y ornamentos simples, con algunas imágenes y una talla en madera de la Virgen de la Candelaria. Al lado de su entrada, un pequeño recinto con un orificio permitía mantener la guardia frente a los malones, incluso durante el oficio religioso.
Sumergida en el silencio
Una vez expulsados los jesuitas, la Junta de Temporalidades dispuso su fraccionamiento para sucesivas ventas. Al igual que las restantes, el casco de la Estancia de La Candelaria fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1941 y fue adquirido por el gobierno de la provincia de Córdoba recién en 1982.
Las tareas de restauración permiten visitar algunas habitaciones donde se reconstruyeron los techos, como las del Padre encargado principal y su ayudante. El patio principal en ruinas y la ranchería de los esclavos, construida por simple apilamiento de piedras con techo de paja, aún resisten el avance de la maleza. Completan el complejo los corrales, el resto del tajamar, molinos y acequias.
Sobre este paisaje de pampa de altura en el macizo serrano, la Estancia de La Candelaria conserva rasgos de sus tiempos originarios, del proyecto evangelizador de sus mentores en la desolación de sus tierras. Todo sumido en una profunda y cautivante soledad.