Luego de varios años de inactividad, la mina de oro La Carolina reabre sus túneles con miras a una nueva actividad: turismo minero en las sierras puntanas. Una experiencia inolvidable, entre profundos socavones, donde se aprecian valiosos minerales de la corteza terrestre.
Aquellos que tienen espíritu explorador y visitan la provincia de San Luis, tienen la oportunidad de realizar un exclusivo turismo minero, al visitar la mina de oro Buena Esperanza, en la localidad de La Carolina.
Para experimentar esta clase de excursiones, se debe recorrer los 80 km que separan a la capital puntana de La Carolina, tras recorrer el hermoso valle de Pancanta hasta el pie del cerro Tomolasta, de 2.018 metros sobre el nivel del mar.
Para llegar aquí se debe transitar la ruta provincial nº 9, con dirección norte.
Una vez en el pintoresco poblado, que parece estar ajeno al paso del tiempo, se debe contactar un operador local y de ese modo lograr acceder a las entrañas de las antiguas minas que, desactivadas, continúan arrojando sorpresas a sus visitantes.
La villa turística La Carolina data de 1792, año en que fue fundada por el entonces Marqués de Sobremonte, en honor a la esposa de Carlos III de España.
Este antiguo poblado tuvo su auge a mediados del siglo XIX, cuando un casual descubrimiento generó la más descabellada fiebre de oro que sufriera el país.
Muy pronto, la incipiente actividad minera generó que compañías inglesas y españolas llegaran hasta la región para extraer el oro que se albergaba en las montañas, eclipsando por completo la tradición pastoril y ganadera de la zona.
Alrededor de esta labor, comenzaron a construirse viviendas de piedra junto a calles angostas que culminaban en oscuros túneles, donde los mineros se adentraban en busca del preciado mineral.
Culminada la máxima explotación de las minas, terminó la etapa próspera del pueblo. Zorras oxidadas, hierros retorcidos, túneles abandonados, depósitos destruidos y personas viviendo del recuerdo de un sueño hecho por escasos momentos realidad, se apoderaron del espacio.
Hoy, el potencial turístico de La Carolina parece despertar luego de un prolongado letargo, gracias a los vestigios de un esplendoroso pasado, que ayudan a promocionar la zona como un lugar para realizar turismo minero y contemplativo, en pleno contacto con la naturaleza.
En las inmediaciones de la localidad, se alcanza a escuchar el murmullo del arroyo Carolina, de aguas claras, que discurre con la promesa de lavar oro alguno de estos días.
Para disfrutar al máximo de la excursión en el interior de la mina, se es provisto de la vestimenta adecuada para realizar esta clase de actividad. Cascos con linternas y botas de goma son algunos de estos elementos. La actividad consiste en visitar el interior de los antiguos socavones. A medida que se entra en las profundidades de las minas, cuya extensión llega a los 300 metros, se logra apreciar distintos minerales de la corteza terrestre, formaciones de estalactitas, estalagmitas y fallas geológicas.
Es una experiencia única, cautivante y muy emocionante. No presenta mayores grados de dificultad, por lo que es recomendable para toda la familia.