Emoción para toda la familia sobre vehículos especiales de cuatro ruedas preparados para andar por caminos pedregosos, ríos y pendientes.
Tafí del Valle está emplazada a 107 kilómetros de San Miguel de Tucumán tomando por la ruta hacia los Valles Calchaquíes. Llegamos sobre el mediodía y lo que más nos impactó fueron sus anchas avenidas cubiertas por locales de artesanías y gastronomía. Muchos turistas disfrutaban del almuerzo y el clásico olorcito a locro invadía las mesas servidas.
Encontramos a Daniel Carrazano, con quien compartimos unas excelentes empanadas tucumanas, las mejores de Tafí, según sus dichos. Nos propuso realizar una travesía en 4 x 4 junto a un grupo de visitantes que ya estaban preparados para vivir esta experiencia fascinante: recorreríamos los alrededores de Tafí en un vehículo especialmente preparado.
Conociendo los orígenes
Charla va, charla viene, nos contó un poco sobre los orígenes de los Valles Calchaquíes y la influencia incaica sobre los indios tafí que los habitaban. Trabajaban muy bien la tierra, con terrazas de riego. La quínoa, de gran valor alimenticio, era el principal elemento de su dieta y se convertía en harina en los morteros de piedra.
Sus casas eran semisubterráneas para guardar el calor; fabricaban vasijas de barro; utilizaban flechas con punta de metal. Eran muy bélicos y enfrentaron a los españoles con esas herramientas para ahuyentarlos.
A todo motor
Interrumpimos la charla por la llegada de los dos vehículos que estacionaron en la avenida Perón frente a nosotros: un Mercedes Benz Unimog y una Land Rover Defender a nuestra disposición para iniciar la experiencia.
Nos ubicamos en el Unimog, un vehículo altísimo al que ascendimos por una escalerilla. Varias hileras de asientos y un techo para guarecernos del intenso sol. Alrededor, una única ventanilla por los cuatros costados. Fuimos dejando atrás las calles del centro para tomar por una ruta de tierra. Pasamos un puente sobre el río La Banda y una vista parcial de las afueras nos mostró un gran número de enormes residencias sobre bonitas lomadas. Las coquetas casas de esta villa de veraneo muestran jardines grandes y cuidados.
Al principio anduvimos en forma paralela al río Tafí. Pasamos nuestro primer arroyito y comenzó el malambo. Nos movimos de derecha a izquierda y de arriba hacia abajo cuando pasamos por encima de unas enormes piedras, blanquísimas. La única recomendación fue agarrarse fuerte de los pasamanos y disfrutarlo. Vimos algo de bruma, la ciudad desde lejos, y se impuso el comentario de Daniel acerca del alpapuyo: una nube que ingresa diariamente por el valle y cubre la zona con su espeso manto. Alguna que otra anécdota agregó informalidad a la salida.
Ruta empedrada
Avanzamos sobre el lecho del río con poca agua, pero con mucho zarandeo. Continuamos por una zona barrosa, un corcoveo y una ola marrón envolvieron el vehículo pero nosotros salimos airosos, sin mancha. Luego, subimos una cuesta como una pared sin ningún inconveniente.
Volvimos por el río y ahora sí, llegó la hora de bañarse. El agua salpicó a los que miraban por las ventanillas. Fue tal el traqueteo dentro del lecho que finalmente el conductor logró mojarnos. Risas y comentarios de todos los que participamos de este juego fantástico. Los vehículos son de una fortaleza espectacular y uno siente vértigo por el movimiento que imprime cada rueda a la carrocería, pero en ningún momento hubo temor entre los pasajeros.
Nos detuvimos en un cementerio muy colorido, casi alegre, que nos dejó con la boca abierta. Subimos nuevamente a los vehículos y desandamos los mismos caminos empedrados hasta depositarnos otra vez en la civilización luego de dos horas.
Hora del té
Finalizada la aventura, nos quedaba pendiente una invitación a probar tortas caseras, chocolate y miel en el salón de té El Blanquito y hacia allí fuimos. Nos recibieron Dorita y Eduardo Sabaté, quienes se afincaron en la zona hace algunos años. Sus exquisitas especialidades deleitan a turistas y lugareños en un entorno magnífico.
Salón de Té El Blanquito
Ruta 307 Km 62
Tel (03867) 421-559