Refugio de la ciencia

En cada una de las bases se constituye una comunidad de trabajo que permanece durante largo tiempo en condiciones distintas a las habituales.

El Tratado Antártico fue el origen del acuerdo internacional que permitió establecer asentamientos fijos y temporales en la Antártida, a fin de llevar adelante estudios científicos de alto nivel.

La presencia argentina más antigua se remonta a los inicios de 1904 en las islas Orcadas cuando el gobierno de Julio A. Roca adquirió una estación meteorológica creada por los escoceses.

A partir de esta experiencia, 20 países abrieron unas 100 dependencias más. Durante los inviernos, las dotaciones de personal son mínimas y se ocupan del mantenimiento de las unidades; en cambio en el verano se incrementa el número de personas por la gran cantidad de actividades que se desarrollan. Casi todas están ubicadas en el norte de la península.

Durante todo el año las condiciones de vida en ese ambiente helado son duras y se necesita contar con hombres y mujeres con fuerte vocación de servicio. El personal especializado tiene un gran desafío de orden científico pero también otro referido a las desfavorables condiciones climáticas en que debe actuar.

Si bien en los últimos años la tecnología ha simplificado la comunicación con el resto del mundo, la gran distancia hasta los centros urbanos tradicionales exige esfuerzos y recursos adicionales para abastecer las necesidades de las estaciones. Los buques rompehielos, helicópteros y aviones realizan el apoyo logístico. A ello se añaden otros vehículos de transporte tipo oruga, que realizan los desplazamientos en el continente helado.

Cada base instalada con fines experimentales tiene los rasgos distintivos de su propio país. Pero, además, muchas de ellas congregan miembros de distintas nacionalidades y se logra un intercambio valioso de culturas. Un ejemplo de diversidad es la isla 25 de Mayo, que está habitada por la base chilena Presidente Eduardo Frey, la estación rusa Bellingshausen, la Artigas del Uruguay y la Gran Muralla de China.

La base argentina Esperanza tiene el orgullo de contar con la primera escuela de la Antártida y el primer nacimiento en este terreno blanco: el ciudadano Emilio Marcos Palma.

Las estaciones en las afueras de la península están diseminadas y distantes entre sí. Estados Unidos ostenta los asentamientos con más cantidad de integrantes, entre los que se destacan McMurdo en la isla de Ross y el Amundsen Scott, casi sobre el Polo Sur geográfico. Este último es un centro especializado en estudios atmosféricos, climáticos, astronómicos y físicos, y queda totalmente aislado en invierno.

En un espacio donde domina la naturaleza, cada una de las bases de la Antártida tiene características propias, historias de vida únicas, pero todas en conjunto permiten avances científicos primordiales para el hombre.

Autor Mónica Pons

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