Desde afuera, sólo es posible observar un tupido y cerrado bosque de coníferas de un fuerte color verde oscuro. Dos construcciones de madera vieja y gastada, que durante el verano conforman un paseo de artesanos donde se venden gemas y artesanías de madera, son la puerta de entrada a un lugar que a simple vista no tiene nada de enigmático.
Sin embargo, la gran cantidad de turistas anuncian que estamos en el lugar indicado. El cartel amarillo de la entrada avisa que no se pueden cortar ramas y que hay que respetar y cuidar el lugar.
Mientras me apresto a entrar en el bosque, una mujer de avanzada edad, con un rostro bastante especial y llamativo cabello blanco me avisa que el lugar está encantado y que ella y su marido, desde hace años, han pasado a formar parte de los habitantes estables del bosque.
El relato me asombra y, aunque poco creo de lo escuchado, me muestro inmutable para ver si logro obtener un poco más de información del lugar. La mujer, al darse cuenta de que estoy interesado, prosigue: “Aquí han venido de todas partes del mundo, curiosos, artistas, psiquiatras, científicos locales y hasta incluso gente de la NASA. La mayoría viene porque trata de entender lo de las ramitas y todos hablan de magnetismo, pero en realidad nadie tiene la verdadera explicación de lo que aquí ocurre. Yo pienso que aquí hay extraterrestres e incluso me parece que detrás de esos árboles estacionan sus naves.”
Luego de escuchar la historia, decidimos entrar al bosque con la cámara de fotos para dejar cuenta de cada una de las experiencias. Quien me acompaña no puede dejar de ocultar su risa y, por momentos, yo mismo soy cómplice de sus chistes.
Sin embargo, lo que empezamos a ver nos sorprende totalmente y logra acaparar nuestra atención...
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