Basta con transitar los poco más de 100 kilómetros que la separan de Buenos Aires para entender con todos los sentidos que nos encontramos en un lugar donde los relojes atrasan. San Antonio de Areco desde hace varios años ha logrado alojar en su urbe, en su gente y en sus alrededores distintas actividades que atraen al visitante.
Sus casas bajas, que en muchos casos fueron cascos de viejas estancias, atraen las miradas apenas el visitante comienza a adentrarse en el pueblo. El empedrado, que se despliega por casi todas las calles, llega hasta la plaza principal y ahí es donde el pueblo parece comenzar su lógica para que el turista inicie su recorrido.
co-2.jpg"> Iglesia, banco y el café de la esquina no faltan a la cita. También aparecen museos y ateliers, cuya especialidad son las artesanías de plata, cuero y telares, consumos típicos del hombre de campo.
Pero si lo que se quiere es ver la verdadera rutina del hombre de campo, encontramos distintos puntos donde los ojos quedan maravillados con sólo ver lo que hay dentro: el almacén Los Principios, ubicado en las calles Moreno y Mitre, o la vieja forrajería “Maggio” o el famoso boliche de Bessonart, ubicado en la intersección de las calles Don Segundo Sombra y Zapiola, que cuando cae la noche permite tomarse una grapa, una caña o simplemente una cerveza.
+ Info:
http://www.welcomeargentina.com/sanantoniodeareco/citytour-areco.html