El recorrido demanda sólo media hora hasta el puesto Las Talas, un pequeño paraje ubicado al pie de las sierras del cordón del Famatina. Allí comienza nuestra caminata. Son las siete de la mañana y el sol se derrumba sobre las montañas, encendiendo el valle de un intenso verdor, mientras las últimas gotas de rocío sobreviven sobre las hojas de los arbustos. A lo lejos, bajo un manto de niebla, vemos asomar las primeras torres del cablecarril.
En escasos minutos llegamos a la orilla de dos ríos que se entremezclan trazando caprichosos garabatos sobre la planicie de un amplio valle humedecido por las recientes lluvias.
El brillo del sol se refleja en el agua del río Amarillo, que adquiere un tinte color ocre brillante al recorrer las quebradas y socavones de la zona, abundantes en minerales. A esta altura, es necesario cruzar el río y, para no mojarnos los pantalones, nuestro guía, Alejo Pihel improvisa una “pasarela’’ de rocas teñidas de amarillo como el mismo río. A un lado del camino, un cerro de piedra caliza ha cambiado de color en los últimos días hasta tomar un tono gris oscuro, debido a la humedad de la lluvia.
Nuestra caminata continúa por un sendero de ripio hasta llegar a una extensa planicie alfombrada de pasto, donde decidimos descansar un poco. Recostados boca arriba a la sombra de un enorme árbol de cuatro metros, descubrimos dos soberbios cóndores que planean con sus alas extendidas, trazando círculos en el aire hasta convertirse en un punto diminuto en el cielo.
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http://www.welcomeargentina.com/chilecito/mina-la-mexicana.html