Es como cualquier argentino la imagina: sencilla, pintada de blanco y con esa puerta tan típica de las viejas construcciones de la época colonial.
Ese solar guarda el salón donde los congresales de las distintas provincias argentinas se reunieron para firmar el acta en la que se comprometieron a defender la autonomía de un país que había crecido lo suficiente como para caminar por sí mismo hacia su destino.
Decidimos dejarnos llevar por la ilusión de estar pisando los mismos pasillos que aquellos personajes de la historia argentina y fuimos descubriendo cada uno de los tres patios que conforman lo que ahora es un museo.
El Salón de la Jura de la Independencia se abre hacia el segundo patio, con su techo abovedado y réplicas de los muebles utilizados aquel 9 de julio de 1816. Este mobiliario había sido facilitado por los prelados de la iglesia de San Francisco para que allí se llevara a cabo el Congreso de Tucumán.
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