Descubrimos la esencia de un pueblo indígena que continúa su tradición familiar al ofrecer a la tierra su agradecimiento por los bienes otorgados y rogar por la fertilidad de sus animales y cultivos.
Los Valles Calchaquíes resultan tan fascinantes que invitan a recorrer la ruta hacia Amaicha del Valle por el sólo placer de contemplar su paisaje.
Incitados por nuestros amigos tucumanos, salimos de San Miguel de Tucumán con el auto por la ruta nacional 38 hacia Acheral. Continuamos por la ruta provincial 307 que trepa y trepa en su cambiante recorrido y se hace selva en la Reserva Natural del Río Los Sosa y lleva hasta el monumento El Indio, donde aprovechamos para hacer un alto y contemplar una feria artesanal muy interesante.
A partir de allí, la vegetación se va haciendo más escasa y pasamos por El Mollar, la reserva Los Menhires, Tafí del Valle y el Abra del Infiernillo, el punto más alto del camino, con 3.042 m.s.n.m.
Después de 164 kilometros y a 2.200 metros de altura, llegamos a Amaicha del Valle, pero los Valles Calchaquíes continúan su recorrido hacia las ruinas de los Quilmes y Colalao del Valle.
Pueblo de cardones, chañar y algarrobas
Cuando ingresamos a Amaicha del Valle, lo que primero nos impresionó fue su aridez, sus calles de tierra, casas bajas, techos de cardón, con pocas personas a la vista. Un pueblo solitario y escondido.
A medida que avanzamos sobre sus calles, fuimos descubriendo su gente, sus artesanos. Conocimos la plaza, la feria artesanal y su famoso Museo de la Pachamama. Intuímos que algo más fuerte e interior vivía en esta ciudad tucumana: las raíces de sus habitantes, tan fuertes, tan arraigadas en sus orígenes.
Supimos que los amaichas fueron los únicos diaguitas que tuvieron reconocimiento como comunidad indígena por parte de la corona española. Mucho antes de que los españoles llegaran a la región, ellos convivían con otros pueblos diaguitas en excelente comunicación, vivían en armonía. Hoy aquí viven sus descendientes.
Tributo a la Pachamama
El mes de agosto está dedicado a la tradicional Fiesta de la Pachamama. El primer día de este mes se hace la ofrenda a la madre tierra.
Si bien en otras épocas estas ceremonias se hacían en forma privada dentro de la comunidad, en la actualidad se han abierto a quienes deseen conocer sus ritos; quizás una manera de que se comprendan sus hábitos y se evite la discriminación.
Tuvimos la oportunidad de estar presentes ese día y nos dirigimos al lugar de la ofrenda. En un terreno elevado, con las banderas argentina y de las comunidades aborígenes, un grupo no muy numeroso explicó el orgullo que sentía por los valores culturales recibidos de sus mayores.
El cacique nos explicó que las familias disponen de un lugar en sus casas para realizar el homenaje a la Pachamama. En un pozo previamente cavado, se colocan los regalos que se componen de sus comidas favoritas: chicha, coca, vino, maiz, quínoa, semillas, frutos, etc. Ese acto es una ofrenda por los bienes recibidos de la tierra y una rogativa por los que se espera entregará durante el próximo año.
A continuación, se come, se bebe y se festeja con música y coplas. Nadie falta a esta cita. Mayores y niños de todas las edades se hacen presentes en el lugar. La celebración se extiende durante una semana y se realizan encuentros de comadres, feria artesanal, baile con bandoneón, guitarra y bombo. Reciben la visita de conjuntos folklóricos del Noroeste y todo es fiesta. Se elige a la representante de la madre tierra entre las ancianas de mayor edad.
En el mes de febrero, durante las fiestas de Carnaval, también se realizan honras a la Pachamama similares a las del mes de agosto.
Todo casero
La elaboración de vinos pateros (mistela y aguardiente) es, junto con los tejidos artesanales, la mayor riqueza de esta comunidad. También sus turrones, alfajores y quesillos. Las mujeres producen hilados naturales de lana de oveja y llama con los que tejen ponchos, peleros, frazadas y tapices.
Cerca de Amaicha, en el paraje Dique Los Zazos, conocimos un grupo de copleras, mujeres que despliegan su canto con el que hablan de sus tradiciones, amores y vida cotidiana. Quedamos invitados para compartir una velada familiar con ellas.
Hay que animarse a descubrir ese encanto oculto que tiene Amaicha y que sólo los visitantes inquietos pueden encontrar.
Haciendo camino al andar
Amaicha cuenta con un microclima espectacular que se suma a las bondades del lugar y los deseos de realizar alguno de los circuitos de trekking y montañismo por sus alrededores.
A solo 10 km de Amaicha se encuentra el observatorio astronómico de Ampimpa. Cielos diáfanos y sin contaminación ambiental ni lumínica permiten realizar observaciones en condiciones óptimas.
Nos fuimos de Amaicha del Valle sintiendo el placer de haber visitado un pueblo casi inexplorado por el turismo masivo. Sólo algunas posadas, campings y cabañas funcionan como opción de alojamiento para los visitantes.
Como nota personal, descubrimos no es bueno mirar sólo con los ojos. Los demás sentidos deben intervenir también para descubrir estas joyitas de los pueblos originarios del Noroeste argentino.