Ver la ballena franca austral desde una embarcación es una experiencia única, que debe hacerse, al menos, una vez en la vida. Sus saltos y estallidos en el agua, sus colas y sus movimientos nos enseñan diariamente hábitos y costumbres.
Hay que llegar bien abrigados y, si es posible, con equipo de rompeviento a Puerto Pirámide. Desde allí, ya en los primeros días de mayo comienzan a partir los avistajes a las 10, 12, 14 y 16 horas, aproximadamente.
Desde Puerto Madryn, tomamos la ruta provincial Nº 2 con rumbo al istmo Carlos Ameghino, único vínculo entre la península y el continente. Desde este recomendable punto geográfico se observan los dos golfos que lo custodian: el Golfo San José -al norte- y el Golfo Nuevo -al sur-, hacia el cual nos dirigíamos.
Luego de acceder a la Reserva Faunística, la sensación de estar muy pronto en la inmensidad de Península Valdés comenzó a ganar terreno entre los presentes.
El viento y el olor a mar nos confirmaron que en cuestión de minutos estaríamos en Puerto Pirámides, único enclave urbano de toda la península, desde donde salen las expediciones para realizar el famoso avistaje patagónico de ballenas. Desde Puerto Madryn fueron casi 100 los kilómetros recorridos.
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