Visita breve pero cargada de emoción que renueva nuestro vínculo con la historia argentina reciente.
La Casa de Tucumán es como cualquier argentino la imagina: sencilla, pintada de blanco y con esa puerta tan típica de las viejas construcciones de la época colonial. Ese solar de San Miguel de Tucumán guarda el salón donde los congresales de las distintas provincias argentinas se reunieron para firmar el acta en la que se comprometieron a defender la autonomía de un país que había crecido lo suficiente como para caminar por sí mismo hacia su destino.
Decidimos dejarnos llevar por la ilusión de estar pisando los mismos pasillos que aquellos personajes de la historia argentina y fuimos descubriendo cada uno de los tres patios que conforman lo que ahora es un museo.
Se respetó la concepción edilicia de la época utilizando fotografías de principio del siglo XX y el mismo tipo de ladrillos, tejas y baldosas que la casa original. Las salas dan a los patios.
Al primero de los patios dan las salas que hoy conservan documentos anteriores y posteriores a 1816, armas de la guerra de la independencia, platería criolla y colonial, mobiliario y utensilios que eran de uso cotidiano.
El Salón de la Jura de la Independencia se abre hacia el segundo patio, con su techo abovedado y réplicas de los muebles utilizados aquel 9 de julio de 1816. Este mobiliario había sido facilitado por los prelados de la iglesia de San Francisco para que allí se llevara a cabo el Congreso de Tucumán.
Finalmente, en el tercer patio se encuentran dos grandes bajorrelieves realizados por la artista plástica tucumana Lola Mora. De grandes dimensiones en un espacio muy despejado y amplio, se lucen dos escenas fundamentales de la historia argentina que representan los balcones de la Plaza de Mayo el 25 de mayo de 1810 y la sala del Congreso de Tucumán del 9 de julio de 1816. Son en sí mismos un homenaje a esos dos actos históricos y a la artista plástica de esta provincia que triunfó en el mundo. Esas obras magistrales manifiestan las raíces del país: un puñado de hombres a quienes le debe su libertad.
Presenciamos una obra de teatro que todos los días tiene lugar al caer el sol en el mismo predio. Pocos actores en la piel de los principales personajes del Congreso de Tucumán nos llevaron a entender el fuerte anhelo de libertad que sentían ante el opresor, también su voluntad de llevar adelante las acciones básicas para dejar de pertenecer a la corona española. Fue menos de una hora, bien resumido el espíritu patriótico, una buena actuación con un toque gracioso.
Simultáneamente, se sigue ofreciendo el espectáculo de luz y sonido que, a través de la electrónica, conmueve reviviendo las palabras dichas por los personajes de la historia en 1816. Ambos espectáculos fueron realizados con el asesoramiento de especialistas de la materia.
Declarada Monumento Histórico en 1941 al terminarse su total reconstrucción, nos despedimos de la Casa de Tucumán con la sensación de haber vivido, aunque más no sea por un rato, una parte importante de la historia argentina.