Una colección privada puesta a disposición de quien manifieste interés y abra su corazón a una civilización precursora de la nuestra.
El Museo de la Pachamama en Amaicha del Valle es el compendio de imaginación y empeño de un grupo de estudiosos que ha puesto en valor la vida de los aborígenes de la zona y sus descendientes.
Una mirada única
Vinimos desde San Miguel de Tucumán por la ruta 307 después de realizar 164 kilómetros disfrutando de los Valles Calchaquíes y su cambiante naturaleza. Al llegar a Amaicha del Valle, es imposible no verlo, ya que está ubicado sobre la ruta misma e impacta desde lejos por lo grande y colorido. Está enclavado en una zona alta desde donde se ve el pueblo, a la vera de su río.
El museo impacta por su buena diagramación y está enfocado a interesarnos en la cultura aborigen en todos sus aspectos. Lo componen dos salas de geología y antropología, y otras dos de exposición de tapices, pinturas y esculturas. En un gran patio exterior encontramos enormes figuras realizadas con piedra que representan divinidades en adoración a la Pachamama, complementadas con cardones y cactus de la zona.
Pudimos disfrutar del sentido de esta gran muestra gracias a la visita guiada que nos ofrecieron y que nos fue ubicando inicialmente en su aspecto geológico por intermedio de una gigantesca maqueta que muestra cómo están conformados los Valles Calchaquíes.
Modus vivendi
Al ingresar a la segunda sala, nos se nos dijo que había pocas piezas originales y que lo que veríamos eran réplicas casi exactas de elementos que componían la vida diaria, de subsistencia y hábitos familiares de los que habitaron este amplio valle desde antes de la era cristiana. Así fue como comenzamos a comprender la vida cotidiana y creencias de la cultura condorhuasi. Animales como guanacos, vicuñas y perdices servían tanto para comida como para vestimenta y calzado.
El maíz y el fruto de la algarroba se trituraban en morteros de piedra. Para hacer la harina de utilizaba la conana, dos piedras chicas y chatas. Con los mismos frutos se realizaban bebidas alcohólicas: chicha y aloja, costumbre que aún perdura. La papa, el poroto y el maíz los conseguían labrando la tierra con utensilios de piedra.
Creencias, religiosidad y mística
El arte funerario se hace presente con manifestaciones de arte con piedra. Los suplicantes son una prueba de ello: figuras abstractas con sentido místico rogando al cielo. Comprendimos el culto a los muertos viendo las vasijas en las los enterraban, las máscaras. En especial, el sentido de continuidad de la vida luego de la desaparición física de la persona.
Otra formación hecha con piedras superpuestas en forma de altar, el apacheta, habla de monumentos que realizaban los aborígenes en los que dejaban sus ofrendas a la Pachamama pidiendo salud, alimento y éxito en sus movimientos hacia otras tierras, ya que eran nómades.
En el patio exterior, algunos diseños que fueron hallados en ollas o pinturas rupestres han sido reproducidos en gran tamaño. Una escultura representa la víbora bicéfala de la cultura awada. También se observa a la Pachamama embarazada. Grandes figuras muestran a Inti, el dios Sol, y la Luna.
Distintas fases de la luna, el chamán o brujo curandero de la tribu diaguita y varias guardas incaicas muestran la gran diversidad de la cultura precolombina. Aprendimos que Viracocha fue el dios incáico más venerado, hacedor del mundo; luego tomó varios nombres en las distintas culturas.
Fiestas y celebraciones
Todo Amaicha del Valle está dedicado a las celebraciones de la Pachamama. En el mes de febrero todos los años, junto al Carnaval, se celebra la Fiesta Nacional de la Pachamama. Se realizan ofrendas, se venera a la señora más anciana de la comunidad; se trata de cinco días de fiesta y festejos que comparten con los visitantes que llegan de todos lados.
Agosto es el mes dedicado a la veneración a la madre tierra y el 1° del mes se lleva a cabo la tradicional ofrenda a la Pachamama realizada por los descendientes de los aborígenes de la zona.
En el museo hay mapas y pinturas que denotan claramente en qué período se ubican las distintas culturas. La entidad es privada y fue organizada por el artista plástico Héctor Cruz. La mayor fortaleza de esta visita es que deja abierta la inquietud para que cada visitante ahonde más sobre estas culturas. De eso se trata el recorrido.