Esquina es tierra de islas serpenteadas por ríos, arroyos y bañados que ocultan una naturaleza maravillosa donde el hombre también es protagonista. Una simple cámara de fotos permite vivir momentos inolvidables.
Esquina es majestuosa por donde se la mire. Y si la mirada significa no prejuzgar y captar al otro desde un lugar mucho más profundo, es decir, desde su esencia, esta mirada vale doble.
En sus islas no sólo existe la posibilidad cierta de encontrarnos con el otro, sino también con nosotros mismos. Como si se tratara de buscar una suerte de espejo para ver quiénes somos.
En sus ríos caudalosos y en sus acogedoras estancias, bien campechanas, se encuentra la clave para disfrutar de los alrededores de Esquina y de esta hermosa provincia, Corrientes.
Lagunas claras y bañados repletos de especies únicas conforman las islas, infinitas por momentos, que sirven de escenario a mitos, leyendas y creencias populares que sustentan el folklore y que, por supuesto, dan letra al chamamé; una de las músicas realmente populares que todavía sobreviven al paso del tiempo.
Desde el puerto local, a toda hora parten embarcaciones que se internan por entre las islas y permiten, además de intentar la pesca, encontrarnos con otras formas y filosofías de vida que, aunque distintas a las nuestras, no dejan por ello de ser interesantes.
Descubrir carpinchos, nutrias, zorros, ñandúes, yacarés, tortugas de agua, ciervos de los pantanos, liebres, armadillos, perdices, además de todo tipo de insectos es algo que se vuelve corriente a medida que navegamos por el delta de Esquina.
Es aquí donde vale tomar la cámara de fotos y adentrarnos en algún safari fotográfico, tratando no sólo de reflejar la naturaleza, sino también a los hombres que armoniosamente se mimetizan con ella.
Es posible observar la vida que tienen y esconden las islas. Vida de mujeres y hombres para quienes el río lo es todo, incluso simpleza. Y para quienes Esquina, la ciudad, es donde todo funciona distinto, diferente, con otros ruidos. Donde el reloj adelanta.