La alternativa ideal cuando se busca pasar un momento diferente al típico día de playa, a tan sólo 10 kilómetros de la ciudad de Miramar.
El lugar es un pequeño tesoro conocido perfectamente por los pobladores de Miramar. La posibilidad de disfrutar un espacio acogedor para hacer el asado, enseñar a pescar a los más chicos y esperar la noche para ver cómo la luna se refleja en las quietas aguas de la laguna, son algunos de los atractivos de este pequeño pero hermoso espejo de agua.
La laguna toma su nombre del arroyo La Ballenera, su principal afluente. Y hay quienes aseguran que el nombre se debe a que, a principios de siglo, una embarcación que cazaba ballenas en la zona se hundió en la desembocadura del arroyo con el océano Atlántico.
Su particular entrada deja ver un lugar en el que la prolijidad está a la orden del día. El pasto del parque se encuentra cortado a la perfección, mientras grandes árboles y plantas aportan su sombra y oxígeno. Bancos de madera recorren el perímetro de la laguna e invitan a sentarse a leer el diario del día o incluso a perderse dentro de un buen libro, mientras el humo del asado nos hace replantear si vale la pena pasar a la siguiente página. Por si faltase algo, un pequeño pero pintoresco muelle de madera sirve para el abordaje y el descenso de los pescadores que se internan en alguno de los tantos botes del Club de Pesca.
Un cartel invita a que los visitantes sientan que el lugar les pertenece y, en consecuencia, se comporten adecuadamente. Se pide no molestar a las aves, cuidar los árboles, no derrochar el agua y, por supuesto, mantener limpia la totalidad del parque. Hay quinchos y parrillas para que todos puedan realizar su asado, y esto se hace evidente los días domingos.
Anteriormente, la laguna se encontraba dentro de tierras privadas y, junto a su actual predio, fue cedida por el señor Luis Felipe Amadeo al Club de Pescadores Albatros. El espejo fue inaugurado y abierto al público el 20 de agosto de 1980.
Durante el invierno, si bien los pejerreyes que se pescan no son muchos, su calidad es destacable. En el espejo abundan las plantas acuáticas, y en especial la gambarrusa, que sirve de nido a este pez. A su vez, las grandes paredes de juncales que rodean las aguas, garantizan la presencia de pejerreyes adultos.
Pero hay pejerreyes para todos: desde los que buscan su récord, hasta los cientos de pescadores de la zona que esperan la llegada de los primeros fríos para hacer debutar a sus más pequeños en el fascinante mundo de la pesca del pejerrey con boya. Aunque las 49 hectáreas no son demasiado, hay peces que parecen, por su tamaño, no pertenecer a este pequeño ámbito.
Según lo permitido por las autoridades de la laguna, sólo se pueden extraer 15 piezas por pescador, y todas deben superar los 25 centímetros. Si no lo hacen, deben devolverse al agua sin ser lastimadas.
Durante los meses de verano, el panorama cambia. A la tranquilidad de la pesca se le suman el windsurf y el kite surf, un nuevo deporte que consiste en deslizarse en una pequeña tabla de snowboard obteniendo energía de un pequeño parapente que se maniobra con los brazos. Esta modalidad está haciendo furor y se practica los días de tormenta o de fuertes vientos.
Además de todo tipo de aves, la Ballenera es una reserva natural donde es posible observar distintas especies animales como nutrias, carpinchos, patos, cisnes de cuello negro y hasta algún flamenco rosado. Por lo que los paseos fotográficos resultan ideales, sobre todo para aquellos que están haciendo sus primeras experiencias en la fotografía.
Con el calor, la pesca cambia, y ahora el pez más codiciado pasa a ser la tararira. Además, en cualquier orilla se obtienen grandes bagres, dentudos, mojarras y hasta viejas del agua, por lo que la diversión para los pequeños pescadores está asegurada.
Para lograr que a un chico se le despierte el interés por la pesca deportiva, hay que pensar en primer lugar que los pequeños deben divertirse, deben sentir que detrás del agua se encuentra un mundo que desconocen y que les puede deparar sorpresas en cualquier momento. La alegría que viven los chicos cuando por primera vez suben a un bote de pesca, se ponen el salvavidas y esperan la aventura es algo que les resulta inolvidable. Y postales como ésta son moneda habitual en La Ballenera.