Marcos Rodríguez Pablo Etchevers
Breve recuento de los años y las obras del hombre que aún hoy significa La Boca: Benito Quinquela Martín. |
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Hay una diferencia fundamental que separa a Benito Quinquela Martín de la gran mayoría de los pintores: su biografía y su obra no conciernen únicamente a los admiradores del arte. Gran artista de reconocido valor y trayectoria, el pintor indiscutido de los puertos y los trabajadores portuarios, su presencia es palpable en todo el barrio de La Boca y su figura sigue viva en la memoria y los corazones de los argentinos.
Hombre del origen más humilde, su historia por momentos parece salida de una novela del siglo XIX. Criatura fantástica que con su paso por esta vida cambió el mundo de la pintura y también (y a veces cuesta creer hasta qué punto) el barrio de sus amores en el cual vivió hasta su muerte.
Benito Juan Martín fue un hijo de La Boca. Un día de marzo de 1890 las monjas lo encontraron frente a la puerta de la Casa de los Expósitos, un orfanato; es por eso que se desconoce su fecha exacta de nacimiento. Vivió allí hasta que más de seis años después fue adoptado por Manuel Chinchella y Justina Molina. |
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Por aquel entonces, La Boca era un barrio en ebullición. Centro portuario por excelencia, el trajín de la actividad mercantil era acompañado por el movimiento de una vida dura y populosa en los conventillos y demás lugares en los que vivían los inmigrantes recién llegados a la Argentina. El propio padre adoptivo de Benito era un inmigrante italiano, de quien el niño tomó el apellido en una traducción fonética al castellano: Quinquela. Ese espíritu de La Boca es el que todavía vibra en las telas firmadas por Benito Quinquela Martín.
El joven solo cursó dos años de la escuela primaria y tuvo que abandonar sus estudios para ayudar a sus padres. Descargó bolsas en el puerto y también colaboró en la carbonería familiar. A los 17 años se inscribió para tomar clases nocturnas de dibujo y pintura en una academia local con el que sería su único maestro: Alfredo Lazzari.
A los 20 años realiza su primera exposición en la Sociedad Ligure de Mutuo Socorro y en 1919 obtuvo el segundo premio en el Salón Nacional. Entonces comienza su carrera artística, que lo llevó a exponer su obra a lo largo y ancho de la Argentina y del mundo. Crecía su prestigio, pero él siguió fiel a su estilo y sus temas: los puertos, los barcos, el carbón, el trabajo y la vida de aquel barrio que nunca abandonaría. |
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En la década del ´30, Quinquela Martín comenzó una serie de actividades destinadas a devolverle a La Boca parte de los favores que el barrio le había dado a él. En 1933 donó un terreno que había comprado para que el Consejo Nacional de Educación construyera una escuela pública. Solo había dos condiciones: primero, mientras en los dos primeros pisos funcionaría la escuela, en el segundo piso se abriría un museo de artistas argentinos y en el tercero Quinquela tendría su hogar y su atelier; segundo, se le permitiría a Quinquela decorar las aulas de la escuela con murales. En 1936 se inauguró la escuela Pedro de Mendoza y en 1938, el Museo de Artistas Argentinos, hoy Museo de Bellas Artes Benito Quinquela Martín.
Más tarde fue donando otros espacios para que se levantara lo que hoy se conoce como Teatro de la Ribera, para un jardín de infantes y lactarium y, finalmente, un Hospital de Odontología Infantil. Estos también los fue decorando con murales.
Su última obra a espacio abierto fue la que probablemente cambió de forma más radical el rostro de La Boca. En la década del ´50 el barrio había entrado en decadencia; la actividad portuaria se había trasladado a otros puntos, los antiguos conventillos se venían abajo, la vida estaba cambiando. Movido por la nostalgia, por su amor al arte y por su amor al barrio, Benito decidió organizar un espacio de exposición al aire libre para distintos artistas y artesanos. En un tramo de vía ferrocarril abandonada armó una calle como las de antes, con conventillos y colores. La llamó Caminito en alusión al famoso tango de Juan de Dios Filiberto. |
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Hasta los últimos años de su vida, Benito Quinquela Martín siguió trabajando en su atelier sobre la escuela y el museo. Nunca se fue de La Boca (o, mejor dicho, siempre volvía a ella después de sus viajes) ni se aisló de la vida de su barrio: sus puertas estaban abiertas y muchas veces él se paseaba entre los niños que asistían a la escuela que él ayudó a fundar. Murió en 1977 y todavía se lo recuerda. |
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