Parque Nacional Talampaya (foto: Jorge González)
La provincia de La Rioja presenta paisajes de ensueño junto a la Cordillera de los Andes, resultando ideal para satisfacer a los amantes del turismo aventura y las actividades al aire libre.
A su tradición bodeguera se ha sumado en las últimas décadas la producción de aceite de oliva, logrando que pequeños emprendimientos familiares diseminados por toda la provincia se conviertan en un atractivo en sí mismos.
Además de su ciudad capital, La Rioja cuenta con otras dos localidades emblemáticas para el turismo: Chilecito y Villa Unión. Entre las tres conquistan a todos aquellos que se acercan atraídos por la belleza natural de su geografía y por las alternativas culturales de estas poblaciones.
La pequeña Famatina es una de las ciudades más vanguardistas de la Rioja. Conocida por su historia minera, que hoy permanece abierta al turismo a través de La Mexicana, sus altos cerros convocan a todos los seguidores de los deportes aéreos, siendo el parapente y el aladeltismo los dos más practicados.
La Fiesta de la Chaya Riojana es un evento nacional de convocatoria creciente en el cual se presentan artistas locales e internacionales, y en la que miles de turistas quieren formar parte de los festejos donde la harina se encarga de blanquear a todos los presentes.
Historia, paisajes, gente y mucho color hacen de esta provincia una de las imperdibles de nuestra Argentina.
El camino serpentea por este desierto que hace 225 millones de años era un bosque tropical con grandes lagunas y una nutrida fauna autóctona. La camioneta comienza a recorrer un lecho seco, en este caso del río Guabo.
"Talampaya” significa "río seco del tala": el nombre con el que los pueblos originarios bautizaron la zona da cuenta clara de que estos ríos permanecen secos durante gran parte del año y que sólo se vuelven ríos cuando llueve, lo cual ocurre muy poco. Por eso, se los usa como caminos para llegar de un sitio a otro.
La mañana despejada, pero con aire fresco, nos auguró que sería una jornada ideal para visitar la famosa Cuesta de Miranda, un lugar que prometía mostrarnos grandes farallones de caprichosas formas y un intenso color rojo. Hacía allí nos dirigimos.
La inmensidad del cerro Famatina, con sus nieves eternas, fue el testigo silencioso de nuestro paso por el lugar. El contraste del blanco de sus cumbres nevadas con el azul del firmamento y el verde de las otras montañas forma una postal perfecta para guardar en la retina.
Las formaciones provienen de la era Paleozoica, período Carbonífero, que supone unos 360 millones de años de antigüedad. Las rocas estás constituidas por material sedimentario tipo areniscas solidificadas, que ante lluvias y vientos se disolvieron y adoptaron formas extrañas.
Así, aparecieron ante nuestra vista Barquito de Papel, Helado, Sombrero Mejicano, Perfil de la Momia, Cola del Cocodrilo, geoformas que la voluntad popular ha hecho conocidas.
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