Las Sierras Chicas de Córdoba abarcan poblaciones como Villa Allende, Mendiolaza, Unquillo, Río Ceballos, Salsipuedes, El Manzano, Agua de Oro, La Granja, Ascochinga y Candonga, entre otras. Rio Ceballos, ciudad con ciertas reminiscencias de estilo normando, fue uno de los primeros centros turísticos de la provincia aunque luego fue desplazada por otras ciudades, se la nombra como "Corazón de las Sierras Chicas". A sólo 6 km. se encuentra el Dique La Quebrada. Río Ceballos se llamaba “Ministalo” en la época prehispánica, también llamada en otros tiempos Estancia San Isidro o Isquitipi/e por los naturales, no posee fecha de fundación, ni una personalidad fundadora. Fue Juan de Cevallos en 1830, que sobre la base de un antiguo asentamiento de los comechingones dió empuje a la ciudad. Surge a la llegada de los conquistadores, como una aldea de crecimiento espontáneo, lo que la hace mucho más pintoresca. No fue trazada previamente como otras ciudades. El español encontró estas tierras pobladas de naturales de origen Sacate o Sanavirona y también Comechingones o Camiares. En las inmediaciones de Río Ceballos aún se pueden encontrar vestigios de esta cultura agroalfarera. También lugares y parajes que mantienen las voces de lenguas y dialectos desaparecidos. Los Comechingones siendo los aborígenes más numerosos en la región eran de temperamento belicoso. Según los relatos de los conquistadores, utilizaban la palabra "comechingón" como grito de guerra que incitaba a matar y fue a causa de este rasgo tan característico que resultaron bautizados por los españoles como Comechingones. Eran muy eficaces en el manejo del arco y la flecha, también utilizaban bastones de madera dura y, ocasionalmente, se valían del fuego para incendiar el refugio de sus enemigos. Para la guerra utilizaban collares de cuero y se pintaban una mitad del rostro de rojo y la otra de negro. Fueron agricultores, conocieron la irrigación artificial. La crianza de animales domésticos estaba dada por lo que los españoles llamaron “carneros de la tierra”. También se cree que el perro les acompañaba. En cuanto a la recolección de frutos silvestres se sustentaban de grandes suma de algarroba, la cual recogían por los campos, esto se complementaba con chañar y otros frutos propios de la región. La caza era otra manifestación económica citándose especies de ciervo, el guanaco, la vizcacha común, el hurón, dos especies de zorro, la liebre de la Patagonia, iguanas, y diversas aves cuya lista encabeza el ñandúes.