El Puente Viejo de Areco es uno de los íconos más pintorescos de la ciudad. Su historia es bastante singular y las malas lenguas aseguran que allí nacieron los peajes.
Pero en el año 1999 las autoridades de
San Antonio de Areco comenzaron a pensar en cómo hacer para que el puente se restaurara y volviera a ser utilizado por los locales y visitantes que recibía la ciudad. Surgió la idea y el puente fue declarado Monumento Histórico Nacional, y desde ese nombramiento, las autoridades y vecinos comenzaron la difícil tarea de conseguir fondos. Los directivos de la firma Techint, especializada en obras viales, se encargaron no solo del financiamiento sino también del aporte técnico y la restauración, la cual debió ser integral en toda su estructura.
Un monolito recuerda este acontecimiento y en nombre de la comunidad arequeña da las gracias a quienes con su esfuerzo y constancia lo hicieron posible. Hoy, gracias a ello, el puente volvió a ser uno de los atractivos turísticos del pueblo. Ahora, a disfrutarlo Del otro lado del río, o de este, se encuentra la piedra que homenajea al escritor Ricardo Güiraldes y que marca el camino al Museo y Parque Criollo homónimo. Pero más allá de lo que existe en sus orillas, el puente ya es un atractivo por sí mismo y logra acaparar las miradas de todo aquel que camina por la costanera local. Tanto las caminatas y las bicicleteadas como las cabalgatas en grupo lo buscan en todos los casos para pasar al otro lado y la sensación de subirlo mientras se observa desde arriba las aguas del manso río Areco es única. Hay quienes han instalado la idea de que tirar monedas desde allí hace cumplir deseos, por lo que varias parejas jóvenes y no tan jóvenes sacrifican algunas para que un sueño se les cumpla. Las noches de verano y de luna llena se lo utiliza como lugar de encuentro de varias generaciones. Los más jóvenes, para juntarse antes de salir a bailar o a tomar algo, los más viejos siguen mirando el río con los mismos ojos y sueños con que lo vieron siempre.