En el principio, los primeros conjuntos fueron tríos de flauta, violín y guitarra, y recién a finales del siglo XIX se incorporó el bandoneón. Sin embargo, la realidad se imponía y se improvisaba con los músicos e instrumentos que se podían encontrar y mantener. Así, arpistas, "mandolinistas" o "pistonistas" se unían a las agrupaciones que cambiaban continuamente.
El primer conjunto del que se tiene registro data de 1870 y estaba compuesto por Sinforoso en el clarinete y Casimiro Alcorta en el violín. Si bien hacia el 1900 empezaron a surgir los cuartetos y los quintetos, los dúos no desaparecieron y, con el tiempo, se reagruparon formando las orquestas típicas.
Estas agrupaciones causaron verdadero furor en los pueblos. Este nombre se le atribuye a Vicente Greco, director de uno de los conjuntos más famosos de los primeros años. Por el 1911, la casa Tagini contrató a Greco para realizar algunas grabaciones y difundir así la incipiente industria fonográfica. Para distinguirla de las formaciones que, además de tango, también interpretaban pasodobles, tarantelas, mazurcas, polcas y valses, Greco decidió bautizar a su conjunto "Orquesta Típica Criolla". Con este nombre, Greco identificaba la música nativa y hasta el día de hoy se utiliza la denominación de orquesta típica para aquellos conjuntos que sólo interpretan tangos.
La figura del cantor con orquesta tuvo a grandes como Ignacio Corsini y a Agustín Magaldi, y a Tita Merello, Azucena Maizani, Ada Falcón, Rosita Quiroga y Nelly Omar, entre las mujeres.
Luego de la crisis del 30, que arrastró también al tango, el éxito de la orquesta de Juan D'Arienzo comenzó a devolverle su lugar a finales de la década.
"Ríanse, pero gracias a él comemos" comentaba Troilo cuando se burlaban del estilo rítmico y apresurado de D'Arienzo.
Como después de toda crisis, las cosas pueden resurgir con mayor fuerza. Los 40 fueron años de brillo para el tango. Fue la época de la poesía de Discépolo, Manzi y Expósito, de escuchar cantar a Casal, Berón y Marin y de las orquestas de Troilo, Pugliese, De Angelis y Francini-Pontier, que tenían sus propios seguidores. Fueron los fulgores tangueros de los 40 los que imprimieron las páginas más inspiradas de los 50 mil tangos escritos.