El Valle de la Luna es una extraña formación arcillosa, con gran variedad de tonalidades, formas y desniveles con multifranjas de minerales y sedimentos, que permite espiar la evolución de la Tierra en el período Triásico. El Parque Provincial Ischigualasto abre sus puertas para permitirnos una mirada al pasado del planeta.
Situado a unos 273 kilómetros de la capital sanjuanina, encontramos el Parque Provincial Ischigualasto, más conocido como Valle de la Luna.
Para llegar, se puede tomar el camino más corto desde San Juan Capital, que es comenzando por la ruta 40 hacia el norte, hasta la localidad de Huaco, y desde Huaco por la ruta 150 hasta el Valle de la Luna.
Este tramo de la ruta 150 tiene varios túneles y puentes y fue inaugurado en octubre de 2014, y es una de las formas más pintorescas de llegar hasta este hermoso lugar.
Cabe aclarar que el tiempo transcurrido desde el momento de la formación del planeta hasta nuestros días fue dividido en “eras” y “períodos”, tal como nosotros dividimos nuestro tiempo en años y días. El Triásico es el primer período de la era Mesozóica, que va desde los 250 a los 200 millones de años. En ese entonces todos los continentes estaban unidos en un solo megacontinente, llamado Pangea. En el Triásico, en el borde occidental del Pangea, se desarrollaron valles en los que se acumularon sedimentos mezclados con los restos de animales y plantas que allí vivieron.
Tal como si guardáramos en un cofre recuerdos de cuando éramos niños, Ischigualasto guardó recuerdos de esos tiempos. Millones de años después, los distintos movimientos y choques de las placas tectónicas expusieron esos valles que habían quedados cubiertos por miles de metros de roca más jóven; tal como si ahora abriéramos un cofre de recuerdos, la cuenca de Ischigualasto nos cuenta la historia de lo que pasó en ese entonces en la Tierra.
Luego de abonar la entrada al parque, comenzamos a transitarlo en fila india junto con otros turistas que visitaban el lugar. Un guía local fue el encargado de llevarnos y de contar sobre los distintos aspectos del parque.
Nadie hubiera pensado que un inmenso lago rodeado de frondosa vegetación, donde crecía una gran variedad de especies y prosperaba la reproducción de cualquier cantidad de animales, hoy es un desierto con muy pocas lluvias, fuertes vientos y altas temperaturas. Por suerte, no todo ha desaparecido; las huellas de un antepasado se descubren paso a paso. Vestigios de vida vegetal y animal afloran desde el suelo y nos permiten conocer y estudiar el origen de la vida en este planeta.
El guía nos explicó que Ischigualasto en voz quechua significa “sitio donde se posa la luna” y de ahí deviene el nombre del valle, como se lo conoce.
Al recorrer el lugar vimos cómo la combinación de la erosión del agua y el viento talla día a día diversas siluetas, en que el hombre busca significados comparándolas con aquellas cosas que conoce.
En el transcurrir del paseo por el sendero vehicular nos encontramos con formaciones como “El gusano”, “Valle Pintado”, “La Esfinge”, “La cancha de bochas”, “El Submarino”, “El Hongo” y las “Barrancas coloradas”. El paisaje que se presenta es maravilloso y deja sin aliento a distintos turistas de todas partes del mundo que se acercan a San Juan para apreciar esta perla pre-histórica.
Aprendimos que el trabajo constante de la erosión sobre las capas arcillosas descubre restos fosilizados de vertebrados y de flora de la era Secundaria, lo cual lo convierte en uno de los yacimientos paleontológicos más importantes del mundo. De hecho, fue declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO.
Los conocidos dinosaurios, una amplia variedad de reptiles y también árboles petrificados son descubiertos en forma intacta, debido a un factor fundamental para su conservación en Ischigualasto.
La formación del “Valle Pintado” se debió a caudalosas lluvias que inundaban las llanuras formando gran cantidad de barro. El fango sepultaba en su vertiginoso pasar animales y plantas protegiéndolos de la descomposición provocada por el aire de la atmósfera. Hoy este paraje presenta un paisaje lunar indescriptible y de aquí también surge el nombre con el que se conoce el parque.
Otro lugar que llamó considerablemente nuestra atención fue “La cancha de bochas”. Este sitio presenta distintas esferas perfectamente pulidas del mismo material que contiene el suelo, posadas sobre una superficie sumamente plana, donde no se explica demasiado el fenómeno de su formación. Parece ser que por atracción molecular se agruparon distintas partículas de sedimento, lo cual generó estas bochas. Sólo se pueden observar, no hay que tocarlas.
De esta manera visitamos el Valle de la Luna y nos animamos a espiar el pasado del planeta Tierra en medio de paisajes de ensueño.
Antes de partir, entramos al Centro de Interpretación que desarrolló el Museo de Ciencias Naturales, perteneciente a la Universidad Nacional de San Juan, donde pudimos apreciar distintos restos fósiles de los dinosaurios que se hallaron en el parque, en especial el del Herrerasaurus Ischigualestensis, considerado el dinosaurio más primitivo conocido en el mundo. Recomendamos no perderse esta visita.