Hay que comenzar a subir hasta llegar al punto 1, donde los caminos se bifurcan y un pequeño cartel de madera con un número “1” en amarillo nos indica que debemos tomar el camino de la derecha. Llegar hasta aquí resulta un verdadero esfuerzo, ya que hay que caminar despacio e incluso trepar entre raíces centenarias de pinos que salen a la superficie y que dificultan el paso.
El punto 2 es visible desde el punto 1 y se encuentra aproximadamente a 400 metros. Aquí, ya hemos dejado de subir y comenzamos a caminar a través de una especie de planicie o pastizal, típico de esta región serrana. En el punto 3, se continúa con la misma intensidad y esfuerzo, pero rápidamente se llega hasta el próximo punto. La presencia de guanacos y familias de zorros es una constante. Incluso algún puma se anima a aparecer a lo lejos.
El punto 4 es, sin ninguna duda, el quiebre entre una caminata lenta pero sostenida y un ascenso lento que se dificulta porque hay que estar atento a dónde se pisa y a encontrar de dónde sostenernos mientras comenzamos a escalar.
Del punto 5 al punto 7, no queda otra opción más que trepar. Se trata de la parte más difícil de la montaña. Lo que nunca hay que hacer, por más cansado y agotado que se esté, es salirse del sendero guiado para tratar de tomar un atajo. Esto pondría en peligro todo el ascenso para quien los toma y para otros que vienen detrás nuestro. Lo recomendable es parar cuantas veces sea necesario para descansar, mojarse los labios con agua y recuperar la respiración, si nos sentimos agitados.
Una vez en el punto 8, ya estamos pisando una de las cumbres del cerro Ventana que, siguiendo su filo, nos llevará directamente hacia el ansiado hueco. Al fondo, pueden observarse el cerro más alto de la provincia de Buenos Aires, el Tres Picos, y distintos arroyos naturales donde las truchas plantadas por los ingleses se han reproducido desde principios del siglo XX.
Del punto 8 al punto 9, sólo hay que seguir un camino longitudinal que nos demanda un poco de esfuerzo recién al final. El punto 9 nos crea la ilusión de que ya estamos arriba y la vista que se obtiene de la parte trasera del cerro Ventana es realmente fantástica.
El 10 nunca fue un número fácil. Allá, a lo lejos, se ve un cartel cuesta arriba y hay que volver a trepar piedra por piedra. Con el vuelo rasante de alguno de los pájaros que viven en la cumbre del cerro, se llega al punto 10, el último de todos. A su lado, una de las obras más maravillosas que ha realizado la naturaleza en esta región: una inentendible ventana sin cortinas que permite apreciar la belleza de toda la comarca con tanta simpleza y magia que nos demuestra que valió la pena subir hasta aquí arriba.