Truchas de las sierras y pastas de autor. Infusiones, pociones mágicas y tortas caseras a la hora del té. Fondue cuando cae la tarde. Lo más rico… y nada más.
Sol y Luna
Sol y Luna no es un sitio gastronómico más. Es, por sobre todo, un lugar donde la calidez familiar se puede degustar en cada plato, en cada uno de los ingredientes de una picada o en una simple y noble copa de vino tinto. Desde hace años, luego de ir de vacaciones a Sierra de la Ventana durante mucho tiempo, Carlos y Graciela Schillaci decidieron instalarse en la ciudad. Y no les fue nada mal, Sol y Luna es hoy uno de esos lugares que apenas se los nombra se sabe que hablamos de Sierra de la Ventana.
Sus chefs, Ivana Dato y Natalia Cotorruelo, se encargan de deleitar a los comensales con deliciosas truchas, sobrios ahumados y coloridas pastas que enaltecen la excelente decoración del lugar haciendo de este restaurante familiar uno de los sitios gastronómicos y culturales más destacados que posee esta pequeña ciudad. Un verdadero manjar para cualquier paladar exigente.
La Angelita
La Angelita es el nombre de una de las casas fundadoras de Villa La Arcadia, la pequeña población que se encuentra hermanada a Sierra de la Ventana. Basta con cruzar uno de sus dos puentes. Graciela García compró esta hermosa propiedad hace más de 20 años, cuando la Villa comenzaba a pensar en ofrecer alguna atracción turística. Y así, de un día para el otro, La Angelita se transformó en un verdadero paraíso cuando llegaba la hora del té, tradición inglesa.
Las tortas caseras, strudels, küchen y selvas negras fueron tomando color y dieron de qué hablar a toda la Villa. Hasta que llegó el fondue y una receta fantástica que junto a sus ayudantes de cocina e hijos, Emiliano y Aldana, Graciela domina a la perfección. Basta con sentarse a alguna de sus decoradas mesas para revivir una tradición milenaria en la que los quesos son los verdaderos protagonistas. Gruyere, fontina y emmental combinan distintos ingredientes junto a copas de excelentes vinos que nos recuerdan que aún es posible soñar. Y más cuando, aunque de vez en cuando, existan pociones mágicas que nos transporten a otro mundo, aunque sea por algunas horas.
Heidi
Caminar por Villa Ventana significa por momentos estar dentro de un cuento. Al aire, además del de los bosques de pinos, se impregna el aroma que desprenden las chimeneas que pueblan las casas de la pacífica Villa. Algunos pequeños arroyos la recorren en forma circular aportándole el agua necesaria para que el color sea parte de los atractivos que se conjugan con la paz del lugar. Cae la tarde. Tomar el té con amigos acompañado de alguna maravillosa torta casera dentro de una cabaña alpina o patagónica es posible.
Heidi, en homenaje a la famosa niña de las historietas, es uno de esos lugares imperdibles para perderse en Villa Ventana. Entrar en la cabaña de Heidi significa volver a ser el niño que todos fuimos alguna vez, al que todo sorprende y al que pensar en nada lo acerca a un mundo mágico de duendes, hadas y gnomos que merodean por el bosque en busca de amigos. El abuelito, que aquí pareciera existir, se encarga de deleitar a los visitantes con sus mejores recetas.
El Golf Club Sierra de la Ventana
El golf es un deporte hermoso y, en la mayoría de los casos, las canchas donde se lo practica se convierten en verdaderos paraísos de tonalidades verdes. En Sierra de la Ventana, además, existe el color ocre que durante el año se encarga de pintar de un modo especial todo. Al igual que en las más prestigiosas canchas, Sierra de la Ventana posee un Club House de típico corte inglés desde el cual es posible observar no sólo los distintos hoyos sino también parte de la historia de la comarca serrana. El té a la hora de la siesta es uno de sus imperdibles encantos.
Y generalmente es acompañado por tortas caseras típicas de la región, que muchas veces resultan una excusa perfecta para encontrarse entre compañeros de juego, amigos y acompañantes. Fotos en blanco y negro, listas de jugadores fundadores y campeones ilustres, palos y pelotas de otra época son algunos de los ingredientes que se observan a simple vista y que, como siempre ocurre, invitan a demorarse un rato más. Vale la pena perder el tiempo o, en realidad, aprender a ganarlo. “Mozo, por favor, ¿me trae otro cortado?”