El mate, el tango, el candombe, la murga, el viejo mercado de Montevideo, Benedetti y su borra de café...interminables símbolos uruguayos que se han propagado por todo el mundo y que hoy se disfrutan en cada calle del país hermano.
Pero en la gastronomía, la comida orgullo del uruguayo es sin lugar a dudas el chivito uruguayo. La receta es simple. Muy simple. Un filete de carne de lomo vacuno. Lechuga, tomate, jamón, queso, panceta y huevo. Todo en sándwich o al plato, como más le guste al comensal.
Desde hace décadas, en los restaurantes más prestigiosos de la
ciudad de Montevideo o en la vía publica, en cualquier café o bar de pueblo a lo largo de todo el país es posible deleitarse con este plato tradicional que despierta fanatismos incondicionales.
Muchos se atribuyen el invento y hasta hubo concursos locales y regionales para ver “quién preparaba el chivito más uruguayo de todos”, en los que participaron cientos de personas. Ícono protagonista de las postales del país, el chivito encierra, junto a otros manjares de la cocina uruguaya, una filosofía de vida.
Existen pequeños carros metalizados, de mayor o menor tamaño, que funcionan como restaurantes al paso y que permiten hacer un alto al oficinista o un
impasse a cualquiera que tenga ganas de saber qué número salió, a cuánto va el partido o bien charlar un rato con algún colega.
Uruguay tiene esos tiempos y se da el lujo de disfrutar su manjar predilecto. El chivito es parte de la cultura nacional uruguaya. Habrá que probarlo y, seguro, pasar a formar parte de la lista de fanáticos.