Mar del Plata
Lejos del bullicio del verano, Mardel se vuelve única cuando comienza a caer la lluvia. A sus rincones conocidos por todos se suman otros que conocen sólo los marplatenses y que son perfectos para ver llover.
El centro y su circuito histórico es uno de ellos, a los que se suman la Rambla, el Torreón del Monje, el Puerto local, las escolleras que se internan en el mar y los edificios más característicos de la Ciudad Feliz.
Buenos Aires
Cuando caen dos gotas, Buenos Aires se transforma por completo. En cada calle, en cada esquina de cada barrio, la ciudad comienza a mirar todo con otros ojos, y los sitios comunes pasan a ser maravillosos, para ser disfrutados de otra manera.
El centro porteño, lugar rapaz y con prisa, comienza a aletargarse y nos propone un disfrute único si entramos en un café y comenzamos a observar como desde el otro lado de la ventana todo se mueve más lento.
La lluvia logra que barrios emblemáticos como San Telmo, La Boca, Palermo y Belgrano nos hagan viajar en el tiempo, siendo la nostalgia el único combustible para semejante empresa. Sucede lo mismo con el Abasto, el barrio de Carlos Gardel. Comienza la lluvia y suena un tango, y no hay nada más hermoso que Buenos Aires con lluvia.
Ushuaia
Lejos de todo, se la conoce como la ciudad del fin del mundo, o del principio del mundo, depende de la forma en que miremos el mapa.
Lo cierto es que esta fría ciudad, que recibe turistas de todo el planeta, ni bien comienza a llover oculta sus montañas, bosques, edificios y hasta su propio Canal de Beagle. La Bahía queda envuelta en una llovizna densa y única que logra que la ciudad desaparezca e invita al visitante a disfrutar de sus pubs y cafés, hasta que vuelva el sol
Distintas pero íguales, cuando llega la lluvia hay sitios que se vuelven sencillamente perfectos.