A veces las formaciones geológicas son un destino turístico en sí mismas y nos permiten la posibilidad de encontrar espacios naturales de gran belleza. El río Chico, encajonado y con tres saltos de agua fantásticos, es uno de ellos.
Nuestro viaje hacia el Sur patagónico tuvo como inicio la ciudad de El Bolsón y nos desviamos unos kilómetros para llegar a nuestro objetivo de la primera etapa: el Saltillo. Para ello, luego de transitar por rutas pintorescas, llegamos al pueblo conocido como Cushamene, desde donde atravesamos varios campos particulares y tranqueras para alcanzar el río Chico.
Realizamos una caminata intensa a lo largo de su cañadón y apreciamos sus distintas formaciones rocosas y la gran cantidad de colores que muestran los minerales que las componen. Cuando llegamos a una falla del terreno, muy abajo observamos el río, encajonado y con una serie de cascadas que caían en unas enormes hoyas rodeadas de vegetación. La de mayor altura, unos 20 metros, era el famoso Saltillo.
Bajamos unos cien metros hasta acceder al cauce, cuyo caudal varía de acuerdo a la época del año, las lluvias y el deshielo. Nos bañamos y disfrutamos de ese espacio increíble, cuyos altos paredones no permiten que se vea a distancia, lo cual hace más misterioso su encuentro. Caminamos, caminamos y caminamos varios kilómetros y continuamente la presencia de las rocas nos impactaba.