La excursión hacia el glaciar Torre es un paseo lleno de aventuras y actividades, que permite practicar la escalada y caminar sobre el hielo, entre otras sorpresas.
Al despertar, nos encontramos con un día lluvioso pero, con la esperanza de que el clima mejorara durante el transcurso del día, nos preparamos para hacer el trekking al glaciar Torre. Nos dirigimos a la oficina de Casa de Guía y desde allí partimos para iniciar el circuito.
Salimos del pueblo por el predio de Gendarmería, donde se inicia el circuito a la laguna Torre. Luego del cartel de Parques Nacionales que detalla el recorrido, empezamos a subir por el sendero. Nuestro guía, Vicente, marcaba el camino con un paso seguro pero sin dejar a nadie atrás.
Siguiendo el río
Luego de un largo recorrido en ascenso, comenzamos a divisar el río Fitz Roy. A pesar de la llovizna que nos dificultaba ver el cerro Pliegue del Tumbado y las demás cumbres, el mirador Torre nos regalaba una maravillosa vista panorámica del paisaje.
Cuando pasamos por el grupo de ñires que se incendiaron años atrás, el cielo se despejó un poco y los rayos de sol que pasaban por entre las nubes resplandecieron sobre los retorcidos troncos rojizos. Dos nítidos arcoíris se formaron para embellecer aun más el paisaje.
Finalmente llegamos al campamento D’Agostini; paramos para comer algo y colocarnos los arneses. Luego de un descanso merecido y reparador, nos preparamos para continuar viaje, porque aún faltaba mucho y lo mejor estaba por venir.
Luego de caminar por un sendero escarpado, llegamos al río. Vicente preparó los mosquetones y las sogas para cruzar por la tirolesa. Una vez del otro lado, quedamos maravillados por la hermosura del paisaje y el majestuoso glaciar Torre.
Seguimos avanzando a pesar de los vientos cada vez más fuertes, alcanzamos la morena y mientras almorzábamos en el glaciar, nos colocamos los grampones. Llegó el momento de caminar por el hielo.
Blanco fantástico
Con mucho cuidado, practicando las subidas y bajadas, comenzamos a recorrer ese suelo fabuloso. Vicente nos había enseñado a usar los grampones y nos dio las medidas de seguridad necesarias para evitar accidentes en el hielo. Maravillados por el paisaje, nos quedamos viendo hacia donde se alzaba el cerro con la esperanza de verlo.
El blanco y el turquesa vibrante del suelo creaban un marco ideal para aquella vista; las grietas secretas, los profundos pozos perforados por el agua helada y las pequeñas grutas nos hacían sentir en el paraíso.
Aunque no tuvimos suerte, estábamos más que satisfechos con el recorrido realizado y los misteriosos y maravillosos paisajes que se fueron desplegando para nosotros. Vicente nos anunció que ya era hora de volver y emprendimos el viaje de regreso.
De vuelta en el campamento, devolvimos los equipos y una vez más livianos reanudamos el viaje hacia el pueblo. Finalizada la travesía, pudimos descansar, agotados pero felices de haber llegado a los pies del Torre y decididos a volver.