Varias estancias cercanas al lago Strobel ofrecen comodidades para recibir a ansiosos pescadores deportivos que desarrollan en sus aguas sus prácticas.
Cuando se decide llevar a cabo un día de pesca, la salida suele realizarse cuando el sol todavía no asomó en el horizonte. Nuestra estadía en Gobernador Gregores nos permitió conocer el famoso lago Strobel.
Con nuestra camioneta dispuesta y con tanque de combustible lleno, pusimos proa al sur en una travesía por la meseta patagónica que nos acercaría a ese conocido pesquero santacruceño. Los colores terrosos del terreno apenas cubierto por vegetación de baja altura nos acompañaron durante los primeros 60 kilómetros.
De repente, otro fue el escenario ya que íbamos ingresando al pintoresco valle del río Chico. Las grandes arboledas con distintos tonos de verde que acompañan las costas nos dieron un respiro. Hicimos un alto y notamos que existen varios campings con instalaciones como para pasar la noche y realizar caminatas o simplemente dejar pasar el tiempo mientras la corriente del río lleva sus aguas hacia el océano Atlántico.
Seguimos nuestro camino y pasamos por el pueblo Las Horquetas, desde donde a través de la Meseta del Viento llegamos al escondido lago Strobel, al que se accede únicamente con vehículos 4 x 4. En nuestro caso, disfrutamos de las peripecias de corcovear sobre las cuatro ruedas hasta que accedimos una de las costas de canto rodado.
Allí comenzó nuestro verdadero día de pesca, con el espejo de agua a nuestra disposición, y todos nos dispusimos a armar las cañas y elegir los señuelos a utilizar.
El lago Strobel se sitúa en el centro de la provincia de Santa Cruz y está rodeado por costas escarpadas, desérticas y que ofrecen viento y frío todo el año. A cambio de ello, recibe el aporte de las aguas heladas de la cordillera. Esa especial condición de la cuenca asegura abundancia de ejemplares de trucha de buena calidad y tamaño. El río Barrancoso, con su naciente en el cerro Dos Cuernos, es uno de sus mayores afluentes.
El ruido de las piedras por debajo de nuestras botas mientras caminábamos por la costa se hizo constante hasta que encontramos el lugar ideal para iniciarnos en la pesca. Con paciencia y buen trabajo de la caña, pudimos sacar varios ejemplares de arcoiris y todos nos miramos como diciendo: “¿Qué más podemos pedir?”.
Durante la charla con un poblador, supimos que se podía llegar hasta el paraje Tamel Aike, donde años atrás solían pernoctar los pobladores rurales que trasladaban su ganado de un punto a otro. En la actualidad solo se ven construcciones abandonadas de lo que fueran puestos y hoteles de campo y que dan idea de la prosperidad que existía en los campos de la provincia varias décadas atrás. Hoy la cría de ganado ovino de esas zonas ha decaído por la distancia que existe hasta los grandes centros de comercialización y sus costos.
Nos sentimos partícipes por un momento de historias de esa tierra árida de la Patagonia que se enlaza a través de la extensa ruta nacional 40. Cuando la noche se aproximaba, comenzamos a regresar a Gregores con la alegría de las piezas obtenidas.