Igual que cuando era moza

Si existe un lugar en el cual todo transcurre con otros tiempos, ese lugar recibe el nombre de La Vieja Esquina y se ubica en la intersección de las calles 25 y 28 de la ciudad de Mercedes.


Hábitos de almacén

Inexplicable para algunos, este viaje al pasado se encuentra a tan sólo 100 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Frente a los tribunales de Mercedes, que funcionan en esta pequeña ciudad desde hace casi 150 años, se encuentra esta vieja pulpería o almacén de Ramos Generales que ha servido de lugar de encuentro a varias generaciones de argentinos.

Allí, el vermut y la picada son cosa de todos los días y el hábito no sólo es de los locales, sino también de los forasteros. Desde hace un tiempo, los “turistas” se acercan a apreciar cómo el paso del tiempo aquí parece detenerse.

Las picadas se sirven de un lado al otro del negocio y no existe mesa que no tenga un salame o un queso. Según lo que cuentan los dueños del local, todo se hace aquí en Mercedes: desde los chorizos secos, la panceta, los quesos y el salame quintero hasta algún que otro vino patero.

Si juegan Boca y River o la selección argentina, el lugar se llena de los típicos personajes de pueblo. No ir a la vieja esquina antes de un gran acontecimiento es como no querer ser parte de él.


La primera vez

La mirada de quien entra por primera vez es una obra de arte por sí misma, dice un muchacho que atiende la barra junto a la vieja caja registradora, la vedette del almacén, que tiene más de cien años y con la cual todavía se marca lo que consume cada uno de los presentes.

Los pisos viejos de pinotea crujen cuando alguien camina, ya sea para ir hasta el mostrador a pedir algo o bien para ir a los sanitarios, o simplemente para mirar alguna de las más de cien fotos que decoran el lugar, al igual que los jamones y salames que parecen estar colgando desde hace años.

Picada para cuatro, avisa el mozo al dueño del local. Ni bien comienza la preparación, es como si el espíritu del lugar hiciera girar su rueda. Botellas de Coca Cola y aperitivos como Cinzano y Fernet se distribuyen en las mesas mientras los comensales esperan las tablas con quesos y fiambres.

Al rato, todos comienzan a retirarse. Muchos se dirigen a ver el partido al nuevo café del centro de la ciudad, que tiene el plasma más grande de todo el pueblo. La Vieja Esquina ha sobrevivido a las voces de la modernidad y el progreso. Sabe, en sus adentros, que ya van a volver.