Piedra del Águila invita a conocer su apreciado río Limay, su pasado de fortines y arqueólogos o simplemente a salir a cazar o pescar desde sus estancias.
Es común viajar en auto o en micro hacia las ciudades del oeste cordillerano y admirar el entorno rocoso de Piedra del Águila sin realizar allí una parada. Cuando el plan de viaje es más relajado, se le puede dedicar un rato a alguna de sus bellezas naturales.
El cordón montañoso que acompaña los costados de la ruta es muy especial y casi siempre es visitado por aves (jotes, chimangos) que lo sobrevuelan. Al ingresar desde la ruta, dejamos nuestro auto estacionado para observar detenidamente las figuras de su contorno imaginando formas humanas, naves, etc.
A unos 200 metros, nos dirigimos a una gran escalinata que llevaba hacia el mirador, para lograr una vista más completa de todo el entorno. Desde esa terraza elevada vimos más de cerca las inmensas rocas basálticas, rojizas, de bordes redondeados que identifican a la localidad y a las que los vientos sureños les han agregado dibujos y cuevas.
A la distancia, distinguimos dos esculturas: la primera está enclavada en lo alto de una roca: es un águila mora con sus alas extendidas y preside la vida del pueblo desde que se conmemorara los 100 años de la localidad; más allá, el monumento al pescador brinda homenaje a la tan apreciada pesca con mosca de truchas marrones y arco iris en el fecundo río Limay.
Luego, una rápida visita al museo municipal nos permitió entender la presencia de fortines en el área, cuando el presidente de la república general Julio A. Roca colonizó los territorios patagónicos a fines del siglo XIX. Vimos elementos de uso cotidiano, fotografías y objetos de los viejos pobladores que dieron vida a historias desconocidas para nosotros.
También en el museo, un juego interactivo muestra los trabajos arqueológicos realizados en las cercanías a partir de las excavaciones realizadas durante la cimentación de las represas de Alicurá y Piedra del Águila.
Decidimos realizar los 5 kilómetros que separan el pueblo del balneario Kumelkayen, sobre el caudaloso Limay. Al llegar, dejamos el auto en una zona muy arbolada de la costanera para recorrer las instalaciones deportivas y finalmente nos instalamos en la orilla. Conocimos el camping y nos contaron que allí se realiza habitualmente esquí acuático, remo y windsurf.
El río recibe anualmente miles de pescadores ya que la pesca de salmónidos es su principal atracción. Sin haberlas visitados, tuvimos conocimiento de varias estancias ubicadas en las cercanías del pueblo que reciben a cazadores y pescadores apasionados por estos deportes patagónicos.
Para finalizar, dimos una vuelta por el interior de esta tranquila villa con calles de tierra. Su apacible vida diaria nos inspiró para continuar nuestro camino en paz y sin los apuros que traíamos hasta ese momento.