Saliendo de Tolhuin por un impactante tramo de la ruta 3, dejamos atrás la estepa fueguina para cruzar el cordón de los Andes a través del paso Garibaldi y llegar al mar.
Transitamos con nuestro vehículo por la Isla Grande de Tierra del Fuego de norte a sur, con destino final Ushuaia. Esto nos permitió conocer hermosos paisajes y atravesar la cordillera por el paso Garibaldi.
Una vez que dejamos atrás el pueblo de Tolhuin y le dijimos “¡Hasta la próxima!” al inmenso lago Fagnano, la ruta nacional 3 mostró su sector más deslumbrante. Bajamos la velocidad para no perdernos nada de ese cambio de escenario que nos permitió salir de las zonas boscosas y trepar la montaña hacia donde la vegetación fue haciéndose más rala.
Estábamos a 450 m.s.n.m. y habíamos recorrido apenas 40 kilómetros cuando el lago Escondido apareció ante nosotros. Desde un mirador tuvimos una vista panorámica sorprendente. El paso Garibaldi, entre paredes rocosas muy altas, es parte de las maravillas naturales de ese sector del centro de la isla.
El humo de unas chimeneas mostraba una de las actividades comerciales más importantes de la isla: los aserraderos aprovechan la presencia de grandes extensiones forestadas para transformar los árboles en madera para construcción.
El espejo de agua del lago Escondido permite la práctica de la pesca deportiva y en su cabecera alberga la Hostería Petrel, desde donde se organizan caminatas y excursiones por la montaña. El silencio solo fue interrumpido por el graznar de unos patos que decidieron alejarse ante nuestra presencia.
Fuimos dejando atrás la sinuosidad de la ruta y los altos paredones montañosos y de a poco el horizonte volvió a mostrarse junto a los famosos turbales que se encuentran a los costados del camino. También llamados humedales, están formado por una masa esponjosa y ligera que parece hundirse cuando la pisamos y que se utiliza como combustible y para jardinería.
Continuamos hacia el sur y los valles de Tierra Mayor y el cerro Castor nos anunciaron que la ciudad de Ushuaia estaba cerca. Gracias a nuestro espíritu viajero, habíamos conocido las últimas estribaciones de la cordillera de los Andes y nos recibía un fuerte aire de mar.