¿Alguien tiene en la familia algún pariente que se caracterice por su fanatismo por la pesca con mosca en los ambientes naturales del sur argentino?
Quienes sí conocemos amigos y cónyuges con ese perfil, sabemos que a partir del 1 º de noviembre todo gira alrededor de las salidas de pesca.
Este año, los ríos cuentan con buen caudal proveniente del deshielo; luego de un invierno con abundante nieve en las montañas las condiciones de agua y alimento para atraer a los salmónidos es inmejorable.
Ya llegó el momento de revolver en el placard y encontrar cañas, waders,y las cajas de pesca con mil adminículos que forman parte del tesoro personal de cada pescador. Se llama a los amigos y se programa la salida lo antes posible.
Cada uno de ellos sabe con anticipación de los cambios habidos en el reglamento de pesca en cuanto a valores, restricción de uso de motores de dos tiempos en algunas cuencas y piezas diarias a extraer.
Según el ritual mosquero de la provincia de Neuquén, para dar un ejemplo, las bocas del Chimehuin y del Correntoso pasan a ser los puntos de reunión de los más apasionados.
Pero la patagonia es inmensa y gracias a las distintas sugerencias y secretos del fly cast cada vez son más los que aprender a “leer” los espejos de agua de los corredores pesqueros.
Sin lugar a dudas, el encuentro con los amantes de este deporte forma parte de un ritual que crece día a día. Se transforma en un momento de esparcimiento, sin mirar el reloj y en el que se disfruta de los distintos entornos patagónicos.
Hay quienes dicen que la emoción del mejor pique se da en primeras horas del día, cuando la luz es la más adecuada. Entonces: ¡A madrugar, muchachos!
La fiesta empezó. ¿Qué estamos esperando?
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Autor: Mónica Pons
Foto: Pablo Etchevers