Si andás por ahí, no podés dejar de conocer el muelle local (ubicado en calle 128 y el mar), escenario protagónico de esta historia. Los vecinos más antiguos y memoriosos cuentan que perdida en el tiempo y escondida en lo profundo de las aguas del mar se oculta la única verdad.
Un ovejero alemán, de ojitos negros y mirada vivaz, llamado Pancho se transformó hace años en el amigo de turistas, pescadores y pobladores de la zona. La leyenda urbana cuenta que un perro acompañó a su dueño como todas las mañanas a pescar al muelle. El pescador cayó al agua. No se sabe si fue por decisión propia, por mala suerte o por accidente, lo cierto es que el mar se lo llevó para siempre. Pancho, sin entender qué pasaba y acostumbrado a su rutina diaria de regresar con su dueño y su pesca, inició durante largas horas su búsqueda frenética, desconsolada, hasta que la llegada de la noche le sugirió una respuesta desalentadora, que por supuesto se rehusó a aceptar. Y así, sin saber si se trató de una despedida o qué, Pancho quedó amarrado al muelle por voluntad propia, aguardando la hora y el día en el que regrese su dueño, para siempre.
Cuentan que quisieron adoptarlo, que Pancho siempre se escapaba y volvía al muelle y sorprenden canciones, poesías y fotos que le dedicaron los vecinos de Villa Gesell. Hasta hoy, parejas de la ciudad y los alrededores continúan prometiéndose fidelidad, compromiso y amor eterno en el monolito que lo recuerda en la entrada al muelle. Temporada de verano, fin de semana largo o feriado puente, esta historia te está esperando.
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