¿Se puede escuchar el silencio en estos tiempos de modernidad y celulares? Sí, se puede, pero para ir en busca de este prodigioso tesoro hay que poner rumbo a una de las regiones más hermosas y menos exploradas de nuestra Argentina; las provincias de La Rioja y San Juan.
Además de su ciudad capital, La Rioja cuenta con otras dos localidades emblemáticas para el turismo: Chilecito y Villa Unión. Entre las tres conquistan a todos aquellos que se acercan atraídos por la belleza natural de su geografía y por las alternativas culturales de estas poblaciones.
El Parque Nacional Talampaya es uno de los atractivos más importantes que tiene la región y en especial la provincia de La Rioja. Un tesoro geológico incalculable que se recorre en excursiones vehiculares, en bicicletas y también caminando.
En el kilómetro 148 de la ruta nacional 76 se encuentra el ingreso al área de servicios del Parque. Allí se encuentran las oficinas administrativas y desde allí parten las excursiones que llegan hasta lo más profundo del cañón y nos van mostrando a su paso todo lo que a él se refiere.
Hay que llegar a sus grandes paredones (donde anidan los cóndores) para darnos cuenta que no existe sonido más perfecto que el silencio.
Muy cerca, en la pintoresca provincia de San Juan, se encuentra el Valle de la Luna. Es una extraña formación arcillosa, con gran variedad de tonalidades, formas y desniveles con multifranjas de minerales y sedimentos, que permite espiar la evolución de la Tierra en el período Triásico. El Parque Provincial Ischigualasto abre sus puertas para permitirnos una mirada al pasado del planeta.
El Triásico es el primer período de la era Mesozoica, que va desde los 250 a los 200 millones de años. En ese entonces todos los continentes estaban unidos en un solo megacontinente, llamado Pangea. En el Triásico, en el borde occidental de Pangea, se desarrollaron valles en los que se acumularon sedimentos mezclados con los restos de animales y plantas que allí vivieron. Tal como si guardáramos en un cofre recuerdos de cuando éramos niños, Ischigualasto guardó recuerdos de esos tiempos. Millones de años después, los distintos movimientos y choques de las placas tectónicas expusieron esos valles que habían quedados cubiertos por miles de metros de roca más jóven; tal como si ahora abriéramos aquel cofre de recuerdos, la cuenca de Ischigualasto nos cuenta la historia de lo que pasó en ese entonces en la Tierra.
Dos lugares, una misma región, hay que ir...