La capital catamarqueña sobresale tanto por su belleza natural como por la riqueza cultural y arqueológica que le ofrece a sus visitantes. También, por la paz que se respira en sus calles.
San Fernando del Valle de Catamarca es la capital provincial, está ubicada a 1.151 kilómetros de Buenos Aires y se asienta a unos 500 metros sobre el nivel del mar. Es una bellísima ciudad que conjuga hermosos paisajes naturales con una amplia variedad de atractivos artísticos y culturales.
Rodeada de quebradas y montañas, una característica inequívoca del Noroeste argentino, fue elegida como capital el 5 de junio de 1683, con lo cual se abandonó el valle de Quinmivil como el sitio elegido por la Corona para centro del asentamiento español en esta próspera región.
Por aquella época hacía años ya que los colonos ibéricos, dedicados esencialmente a la producción de fibra de algodón que se vendía a otras provincias e incluso al Alto Perú, se habían ubicado en gran número en la zona del valle y le habían solicitado al rey de España que centralizara las actividades políticas allí para poder establecer su asentamiento definitivo.
El traslado, entonces, quedó a cargo de Fernando Mendoza de Mate de Luna, razón por la cual la ciudad adoptó el nombre de San Fernando del Valle de Catamarca, en honor a su encomendador.
Sensaciones varias
La capital provincial le permite a los turistas disfrutar de sus vistas naturales, que mezclan cadenas montañosas y quebradas con una vegetación propia de las zonas áridas: helechos, cardones y pajonales. Todo en el marco de una atmósfera muy relajada. De hecho, en la ciudad viven tan sólo unos 160 mil habitantes, con lo que los paseos urbanos se disfrutan con una tranquilidad que no suele abundar en otras grandes ciudades.
La capital incluso incita a ampliar la sensación de sosiego de sus visitantes tan sólo mediante una caminata que, partiendo del centro, dura muy pocos minutos y se realiza orillando el río El Tala para acceder a un bosque natural de más de cinco hectáreas, en el que se puede disfrutar de la flora y faunas autóctonas.
En las construcciones de la ciudad predomina una arquitectura colonial, con casonas grandes, techos de tejas, ventanas enrejadas y enormes patios, y son muy pocos los edificios de dos plantas que se han erigido.
Su casco céntrico, de aproximadamente diez cuadras, alberga diferentes propuestas que permiten que los visitantes logren un profundo acercamiento a la historia del Noroeste argentino y de todo el país.
Un paseo clásico es visitar la Casa de Gobierno, la catedral y la pintoresca plaza 25 de Mayo. El Museo Arqueológico Adán Quiroga es uno de estos sitios donde se puede observar piezas de cerámica de hasta 10 mil años de antigüedad. Por su parte, en el Museo de Bellas Artes Laureano Brizuela se encuentra la pinacoteca más grande de la provincia y una biblioteca especializada en obras artísticas.
A finales de julio de cada año, la ciudad se viste de alegría por los festejos de la Fiesta Nacional del Poncho, evento al que se considera uno de los encuentros de artesanos más importantes del país, en el que se exponen diferentes prendas de vicuña y los típicos ponchos de la región sumados a la impronta propia de los múltiples sitios del país. Por supuesto que en esta celebración no faltan la danza y la música folklórica, que ocupan un espacio central para el deleite de residentes y turistas, llegados en los últimos años de los lugares más remotos.